Hay lugares que te hacen sentir especial, maravillas que piensas que nunca llegarías a ver y luego están la Plaza Roja y el Kremlin, que aúnan a la perfección ambas. A lo que unimos que forman parte muy importante de la historia, por lo que sin apoyarnos en ella no seríamos capaces de entenderla.
Si todo salía según lo previsto, nuestro primer contacto con la Plaza Roja sería sobre las 22:00 del 14 de Agosto de 2012, pero todo comenzó mucho antes… cuando “los 7 de Rusia” nos encontramos en la T4 de Madrid-Barajas para comenzar nuestro periplo de 6 días por tierras rusas. Sin embargo, llegar hasta Moscú y posteriormente hasta la maravilla no resultó fácil, varios elementos se empeñaron en darle emoción, en evitar que lo consiguiéramos a la primera, aunque finalmente alcanzamos el objetivo del día: llegar a la 10ª maravilla de 21W.
Para comenzar “alegres” el día y despertarnos, Iberia, nos comunicaba en el mostrador de facturación que sólo había plaza para 5 de nosotros, que había 2 que se quedarían en lista de espera, por lo que empezaron a funcionar la máquina de las decisiones (e indignación). Tras un largo consenso, todas las maletas fueron facturadas y quedamos a la espera de la decisión en la puerta de embarque. Sinceramente, creo que no contemplábamos la opción de volar separados, pero lo importante siempre en estos casos es no perder la calma, porque las cosas pueden cambiar… Y lo hicieron. Finalmente, tuvimos suerte y asignaron asientos a los que quedaban pendientes. Ya podíamos volar a Moscú, pero sigo sin entender como una compañía ¿seria? permite que sucedan estas cosas, teníamos el billete comprado desde Enero y a 1 hora de volar, nos decían que no teníamos plazas… sé que lo llaman “overbooking”, pero yo le llamo “tener mucho rostro”.
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Primer contacto con Rusia
Obviando el incidente, las 4 horas y media de vuelo transcurrieron sin nada reseñable (libros, charlas, música, etc.) y llegamos en hora, 17:15 hora local de Moscú. Era el momento de pasar por control de visados y recoger las maletas, en lo que invertimos 1 hora, fue entonces cuando pudimos comenzar a sentir el contacto con la capital rusa.
Al llegar al aeropuerto de Domodedovo, la forma más sencilla de llegar hasta la ciudad era mediante el Aeroexpress (320 rublos), un tren cómodo, rápido y sin paradas, que nos dejaba en Paveletskaya, donde tomando el metro (28 rublos) fuimos hasta Belorusskaya, zona esta donde teníamos nuestro apartamento. La primera sensación al llegar al metro fue de avalancha, ni en los mejores días de Madrid había visto tanta gente y cuando viajas en grupo y con maletas, esa sensación te aumenta un 200%, pero la experiencia es un grado y reuniendo el grupo en una esquina, pudimos comprar el billete y entrar. Lo de buscar la dirección y el anden (por aquello del cirílico) fue un pelín más complicado, pero he de decir que lo hicimos a la primera, mi olfato orientativo funcionó a la perfección.
Como preveía, lo más difícil del día sería encontrar el apartamento, ya que ni Google maps ni la web del apartamento coincidían, los números de los edificios no están y existe gran incertidumbre con las direcciones en toda Rusia. Así que tras un breve paseo desde el metro, empezamos el contacto con Moscú, que nos recibía con un cielo gris plomizo, entre lloviznas y con el caótico tráfico esperado. Tras 10 minutos caminando, creímos llegar donde era, sin embargo, no había nadie, sólo un triste porterillo con números.
Preguntamos y enseñamos la dirección a diversas personas, pero nadie sabía nada, así que tras 10 minutos de incertidumbre, recibí una llamada (en inglés-ruso) diciendo que nos estaban esperando, a lo que comentamos que nosotros también… aclarado el problema, se abrió la puerta y un chico muy simpático nos acompañó dentro. Pagamos y entonces sentí que ahora sí que habíamos llegado. Estábamos en Moscú, la Plaza Roja nos esperaba.
Cenamos en el apartamento las provisiones que habíamos traído (preveyendo ciertos contratiempos), acompañado de las primeras cervezas Baltikas (números 3, 7 y 9 (la mejor)) y aunque estábamos algo cansados, decidimos poner rumbo a la Plaza Roja, ya que la distancia desde el apartamento era pequeña, apenas 3 paradas de metro. Ahora sin maletas, si que pudimos ver el Metro en todo su esplendor y corroborar eso de que es el Palacio/Museo del pueblo. Lámparas preciosas, pinturas, mosaicos, esculturas… un museo subterráneo y que funciona muy bien, siendo rápido, muy rápido.
Bajamos en Teatranalya, a espaldas de la Plaza Roja, donde la primera visión es la Ópera de Moscú, un edificio majestuoso que nos iluminaron las primeras fotos. Caminamos hasta allí, para girarnos y ver las primeras torres del Kremlin. Estábamos allí, era cuestión de caminar y encontrarlo.
Un lugar espectacular
Entramos por un lateral del museo estatal de Historia, otra belleza arquitectónica, pero que queda en segundo plano cuando la vista se te pierde hacia la Catedral de San Basilio; sin embargo, nos llevamos una decepción: la plaza estaba “en obras”, más bien llena de andamios, por un desfile que se celebrará en Septiembre, que debe ser precioso, pero que nos deslucía nuestra primera estampa.
Superado este primer contratiempo, me quedé impresionado por sus dimensiones, 23.000 m2 (330 x 70), que engloban todo lo que representa Moscú: tradición, modernidad, comunismo, lujo, belleza arquitectónica… Por eso, los almacenes GUM, un centro comercial inmenso de tiendas de lujo, con su preciosa iluminación te enseñan el camino hacia San Basilio, majestuosa al fondo de la Plaza; sin embargo, seguía impresionado por el recinto en sí, una verdadera maravilla (olvidados los andamios).
Las murallas del Kremlin se muestran majestuosas en el lateral opuesto a GUM y el mausoleo de Lenin, te hace recordar donde estás, en lo que fue hace no mucho, el centro del imperio soviético.
A pesar de la hora, 23:15, y el largo viaje, no pudimos reprimir el impulso por hacer cientos de fotos en la Plaza Roja, aunque San Basilio se llevó la mayoría de las instantáneas, ya que estás ante una catedral de cuento, de dibujos animados, que piensas que con las gotas de lluvia que empezaban a caer se iría difuminando, pero no, es muy real, preciosa. De nuevo, las obras (y algunos policías) nos impedían acercarnos más, pero pudimos hacer las suficientes fotos para irnos satisfechos a la cama, aunque antes una ligera lluvia nos acompaño hacia los exteriores de la Plaza Roja, donde ni el clima ni la hora, hacía que la cantidad de gente disminuyera, incluso muchos grupos organizados se veían por allí.
Final de un largo, pero feliz día
Salimos de la plaza por el mismo lugar que entramos y nos encaminamos hacia la plaza previa a su entrada, donde puedes contemplar parte del Kremlin y una preciosa escultura donde se ve Moscú presidiendo el mundo. Al fondo se veía una gran avenida, esa que nos llevaba a casa, pero que decidimos recorrer en metro para bajarla a pie al día siguiente.
Así terminaba nuestro primer día en Moscú, con sensaciones contradictorias por los problemas iniciales, pero con una felicidad tremenda por haber llegado a nuestra 10ª maravilla, esa que al principio del día parecía tan lejana, pero que finalmente conseguimos ver y aún quedaba más… mucho más, ver la maravilla de día en todo su esplendor y otros 5 días en Rusia que han sido para el recuerdo.