La fachada exterior, bastante antigua y poco cuidada, te hace dudar sobre lo que pronto encontrarás cuando pases a su interior, por eso la sensación que tuvimos nada más pasar el doble acceso de entrada, fue espectacular: su decoración, iluminación y dimensiones, te hace sentir impresionado, tanto, que pasaron unos minutos hasta que empecé a hacer fotos. El recinto es tan grande, que, aunque había muchas personas, no te da sensación de lleno, sino de un moderado vacío. Respecto a su distribución, es muy buen detalle que todos sus elementos principales: Mihrab, mosaicos, piedra del deseo, etc. están señalados y se pueden escuchar desde la audio guía.
Tras pasar unos 20 minutos en su planta baja, subimos a la galería superior, pasando justo al lado de la piedra del deseo, donde debes pedir un deseo, introducir tu dedo y girar completamente la mano, con eso se debería cumplir… para llegar a la galería, tomamos una leve subida entre pasadizos de piedra, que te conducen al verdadero tesoro de Santa Sofía: sus mosaicos.
Desde arriba, se puede contemplar la maravilla en todo su esplendor, con toda su grandeza. Los mosaicos están en diferente estado, pero bien documentados, por lo que podremos saber de qué se trata, cómo eran antiguamente, de qué época son, etc. Y la parte superior de Santa Sofía todavía nos depara una sorpresa más: las vistas de la Mezquita Azul, una postal imprescindible para cualquier visitante.
Tras terminar todo el paseo por los mosaicos y una exposición temporal, volví a contemplarla desde arriba, impresionaba, es preciosa. Volvimos a bajar y de nuevo paseamos por su interior, tiene muchos detalles que contemplar y entre las dos entradas se sitúan una serie de murales y fotografías que nos enseñan cómo era en la antigüedad y todos sus cambios desde su primera construcción. Incluso podemos ver restos de la segunda iglesia al lado de la cafetería que hay en su exterior.
En definitiva, el actual museo de Santa Sofía, antes mezquita e iglesia, es una auténtica maravilla del mundo, porque al entrar te deja impresionado, con una sensación de estar en un sitio único, que en su época (desde hace 1500 años) tuvo que ser más impresionante aún. Si a su belleza arquitectónica, le unimos su decoración y sus mosaicos, lo convierten en el monumento más visitado de Estambul y la maravilla del mundo de Turquía.
Terminada la visita a Santa Sofía, nos dirigimos al centro de la plaza de Sulthanamet: su espléndida fuente que va cambiando de color. Desde ahí, pudimos ver y guardar las mejores instantáneas del exterior de la maravilla y de la mezquita Azul. A esta última fuimos, en lo que sería nuestra primera incursión en una de ellas. Muy al contrario de lo que se pudiera pensar, el acceso a turistas está lleno de facilidades. Entras por una puerta diferente, en el otro extremo de la mezquita y te proporcionan bolsas de plástico para los zapatos y pañuelos para las mujeres. Ya dentro, sientes una sensación especial cuando estás allí dentro, rodeado de turistas y musulmanes rezando a partes iguales.
A la salida nos sorprendió una lluvia intensa, que nos obligó a ir, literalmente, corriendo hacia el hotel a buscar refugio. Reseñar que compramos unas castañas (2TL) por el camino, porque disfrutarlas diluviando en pleno mes de Agosto, resultaba cuanto menos especial.
Como el clima no acompañaba nada, decidimos cenar en el restaurante de abajo del hotel, donde nos trataron de maravilla y nos dimos un buen homenaje para celebrar nuestro primer día en Estambul. Bien cenados y satisfechos, salimos a dar un pequeño paseo por los alrededores y a las 23:30 volvimos al hotel, para echar el cierre a un día maravilloso en el que contemplamos una nueva maravilla: El Museo de Santa Sofía.