Y no olvidemos que es un templo, por lo que encontraremos personas realizando ofrendas y pequeños altares con incienso y flores. En Bayon comienzas a sentir la necesidad de perderte en un templo de Angkor, de disfrutar del entorno, de apreciar todos los detalles.
Impresionados por Bayon, a continuación nos dirigimos hacia Baphuon, el templo piramidal, que hasta hace muy pocos años (la nueva apertura fue en 2011) permanecía enterrado entre toneladas de tierra, de hecho todavía se puede apreciar tierra en los laterales de los primeros escalones y en el nivel inferior. Es un templo diferente al resto, con 3 niveles, estructura piramidal y un empinado acceso que te permite ver la frondosidad y profundidad de Angkor.
Las vistas desde arriba bien merecen la visita, así como la lectura de los paneles informativos donde se explica, en detalle, cómo han sido los trabajos de restauración, que aún continúan y comenzaron en 1960.
Tras salir de Baphuon nos adentramos en la famosa terraza de los elefantes, donde se pueden observar tallados en piedras varios paquidermos que dan nombre a esa parte de Angkor. Se piensa que el uso principal de esta terraza era a modo de escenario para las ceremonias reales tras conseguir la victoria en una batalla. Caminando por la terraza de los elefantes llegamos a la entrada del área del palacio real.
La zona del palacio real, fue la que más me defraudó de todo Angkor y, aunque es una zona extensa y llena de vegetación, el estado de los templos está bastante deteriorado, aún así subimos hasta la parte superior del palacio real, desde donde se tenían buenas vistas del entorno. Prescindible si se va con prisa o con entrada de un día.
Continuamos caminando por la terraza de los elefantes hasta llegar a la terraza del rey leproso, lugar que toma el nombre de la estatua situada en su parte superior, donde hicimos la primera parada técnica del día en los puestos situados en la parte trasera.
Aquí comimos y bebimos algo para continuar la jornada con plenas energías. El calor aprieta mucho en Angkor y tanto la protección solar, un buen gorro y la hidratación se hacen imprescindibles.
La selva toma el control de Angkor.
Decidimos continuar hacia otra de las grandes joyas de Angkor, Ta Prohm, adonde llegamos bajo un espléndido Sol. Los reflejos que observamos durante nuestra visita a este templo es algo que nunca olvidaré. Entrar en Ta Prohm, es adentrarse en otro mundo, retroceder en el tiempo, sentirse aventurero, dejarse hechizar por la magia de un sitio que parece salido de un cuento de fantasía.
El consejo principal es dejarse perder por la grandiosidad del lugar, detenerse, sentarse, contemplar y no parar de asombrarse: árboles haciéndose con el control de un templo. Maravilloso. Entrar en detalles de lo que supone caminar por Ta Prohm es pura magia, me sentía especial a cada paso que daba, incluso realmente llegue a perderme unos minutos… y mirara hacia donde mirara, todo me parecía más grandioso que lo anterior.
Cuando recuperas la noción del tiempo, ves como un templo puede ser tomado por la naturaleza (*), por la selva. Y no lo destruye, sino que lo hace aún más grande.
(*) Como curiosidad, destacar que las especies de árboles que lo han tomado son el ficus gibbosa y el tetrameles nudiflora.
Y claro no pudimos elegir mejor marco para hacernos la foto oficial del viaje 21W a Angkor.
Angkor Wat: La joya de Angkor
Comenzaba a caer lentamente la tarde, así que decidimos ir hacia la joya de la corona: Angkor Wat, símbolo de Camboya y presente hasta en su bandera. El camino que tomamos para llegar hasta Angkor Wat fue muy emocionante, caminando tranquilamente entre las sombras de la frondosa selva camboyana para llegar hasta la parte trasera del templo. Fue en este punto donde tomamos otra de las grandes fotos del viaje. Un espectacular salto para demostrar que es posible volar con la imaginación y sin ella.
Como todos los recintos estrella, el templo de Angkor Wat fue donde más gente encontramos durante nuestra visita, pero se sobrelleva, la ilusión supera todas las condiciones. De nuevo, una empinada escalera te da acceso al recinto interior, en concreto al segundo recinto del templo principal (Bakan), desde donde puedes contemplar toda su inmensidad, ya que está rodeado de un lago de 82 hectáreas. Es desde el cielo desde donde mejor se contempla la grandiosidad de Angkor Wat y no pudimos hacerlo, pero hay un globo aerostático que te permite observarlo.
Ya en su interior puedes recorrer sus distintos niveles, observar el detalle de sus galerías, sus bajorrelieves o simplemente quedarte fascinado con sus torres. Sea desde su interior o sentado plácidamente en su nivel inferior, observar los detalles de Angkor Wat es sentirte en otro mundo de paz y tranquilidad y aún quedaba lo mejor del día.
Fascinados por todo lo que habíamos visto, decidimos cerrar nuestra jornada en la maravilla contemplando el atardecer de Angkor Wat desde su parte frontal, junto a los pequeños lagos que lo protegen. Y esa decisión fue de las mejores del viaje.
Tuvimos que esperar un poco a que el Sol fuera escondiéndose, así que aprovechamos para hacer cientos de fotos algunos y descansar otros. Esas fotos reflejan (nunca mejor dicho) la evolución del atardecer en Angkor, un espectáculo para contemplar, al menos, una vez en la vida.
Y como no era suficiente con ver los reflejos de Angkor Wat en el agua, una invitada se nos colaba en el espectáculo: una bella luna llena. Recuerdo esos momentos con mucha emoción no podía sentarme, no podía parar de moverme, contemplaba la escena de diferentes ángulos, todos me parecían bellísimos. Y cuando parecía llegar mi tranquilidad, otro golpe de magia llegó… los niños, sí esos mismos que vendían souvenirs, dejaban de ‘trabajar’ y comenzaban a ser niños de nuevo y es que, al cerrar Angkor (17:00) se pueden bañar en los 2 pequeños lagos situados enfrente. Verlos bañarse, saltar, reir, disfrutar, te da ese toque de emoción que te faltaba. Sé puede ser feliz con pequeños detalles.
Y mientras tanto el Sol seguía cayendo y Angkor Wat reflejándose.
Tremendamente felices fuimos caminando por el pasillo que te conduce hacia la entrada principal del templo dejando atrás una verdadera maravilla del mundo. A pocos metros nuestros simpáticos conductores de Tuk-tuk estaban esperándonos, de nuevo con su amplia sonrisa. Nos fuimos hacia nuestra guesthouse, donde bajo la atenta mirada de la luna llena como única luz y, cerveza Angkor en mano, hablábamos en la piscina sobre aquel día… recordando todo lo que lo habíamos vivido, sentido, visto, oído, en definitiva, disfrutado en una maravilla del mundo.
Hola! Es febrero me voy a Tailandia y la idea es visitar Angkor Wat, pero iría tan sólo un día. Llegaría a Siem Reap al mediodía. Podría visitar los templos principales en una tarde e ir a ver el amanecer al día siguiente? Ya que la idea es volar esa misma tarde.
Espero puedas ayudarme a decisir ya que mucha gente me ha dicho que al menos vaya dos días completos.
Hola Danisa.
La verdad que dedicar sólo una tarde a Siem Reap, se queda muy, muy escaso, porque cierran pronto por la tarde y llegando al mediodía apenas tendrías 2-3 horas de visita. Para ver los principales templos, al menos, necesitarías un día completo; para ver el resto del complejo, un mínimo de 2 días, como te han comentado. Con tan poco tiempo, no te lo recomendaría, porque ir con prisa en un lugar tan fantástico le restaría mucho a la visita.
Saludos.