Tromso entre trineos de perros, cultura local y un fiordo encendido
Tengo que reconocer que elegimos Tromso por dos razones principales: intentar ver Auroras Boreales y montar en trineos de perros. Conseguida la más difícil que era ver Auroras, nuestros esfuerzos se centraron en los trineos, cosa que no fue sencilla por ser temporada alta, pero que finalmente conseguimos el último día de viaje, un soleado domingo a las 7:00 de la mañana.
Llegamos al Villmarkssentter bien temprano, con una mezcla de frío, sueño, emoción e incertidumbre. Lo primero fue adaptar nuestra vestimenta al entorno, por lo que nos equipamos con un buen abrigo y botas que te ofrecen gratuitamente en el centro, siendo imprescindibles llevar gorro y unos buenos guantes.
Salimos al exterior y ahí estaban los verdaderos protagonistas del día, los perros, más de 300 de la raza Alaska Husky. Algunos de ellos preparados para tirar del trineo, otros esperando su turno junto a sus casetas. El sonido ambiente era silencioso, amenizado por intensos ladridos, porque los perros que no salen a pasear en ese turno, reclaman su presencia y ladran para hacerse notar. Los que están junto al trineo están aún más excitados y son pocos, los que están tumbados plácidamente en la nieve.