Lo que Copenhague me enseñó de Dinamarca y de la vida
Tras once meses dando la vuelta al mundo, en 2 meses volví al mercado laboral y, casi sin darme cuenta ni esperarlo, en Septiembre de 2015, aterricé en una ciudad desconocida para mí, Copenhague, de la que tenía escasas referencias, más allá de su alto nivel de calidad de vida. Un año después y con el foco puesto en otras cosas, he pensado que era un buen momento para hacer balance de todo lo que Copenhague me ha enseñado.
Ha sido mi segunda experiencia viviendo una temporada en otro país. Hace 10 años estuve de estudiante Erasmus en Génova, Italia, donde crecí como persona y comencé a entender lo que viajar significaría en mi vida. En esta ocasión, ha sido como trabajador en Copenhague, Dinamarca, con completa autonomía económica y con una oportunidad profesional que no podía dejar escapar. Han sido 13 meses de trabajo: 6 meses viviendo en la capital danesa y 7 meses desde Madrid con viajes puntuales.
En Copenhague (CPH) he dejado amigos, recuerdos, excelentes profesionales y un trocito de mi corazón para una ciudad que acoge y te enseña. Es multicultural. Tranquila cuando quieres e intensa cuando se requiere. Nunca olvidaré que allí comencé a cogerle cariño a la lluvia. Y donde puse en valor el significado del silencio al pasear horas por una ciudad.