Suelo decir que lo mejor se deja para el final y así me sucedió en Sídney. Visité su ópera, la maravilla 18 de 21W, en mi último día (estuve 6) en la ciudad, siendo la pincelada definitiva de ese precioso cuadro que pinté hace unos días.
Sin embargo, visitar la ópera en el último momento, no fue una decisión premeditada, sino que fue debida a la actualidad y a un terrorista que escogió la bella y tranquila ciudad australiana para ser el centro del mundo por unos días. Este hecho, triste, desolador y con un terrible final, incluyó entre sus efectos colaterales el cierre completo del edificio de la ópera durante un día por amenaza de bomba, dejando en cuarentena mi posible visita, que finalmente pude hacer al día siguiente.
Visitando los exteriores de la maravilla.
Tras una mañana dedicada a mostrar los principales encantos de Sídney a mi visita, Gloria, la dejé descansando en el hostel tras su largo viaje y me dirigí de nuevo hacia la maravilla. Saqué mi entrada y esperé pacientemente en sus alrededores hasta que dieron las 16:00, momento en el que comenzó la visita.
Uno de los grandes valores de la ópera de Sídney es que sus exteriores ya merecen una visita: subir sus escaleras, poder tocar sus paneles, disfrutar del reflejo del sol, de la brisa marina, recorrerla entera por fuera, entrar a su vestíbulo, mirar por sus ventanales, contemplar los ángulos y formas imposibles, intentar entender cómo se hizo, incluso maravillarte por las diferentes perspectivas que tiene según la hora y el lugar desde donde te sitúes. Creo que no me quedó lugar desde donde mirarla, practicamente cubrí todos sus ángulos, bueno, me faltaba uno: su interior.
La visita es en inglés, pero también están disponibles algunos horarios para hacer la visita en Mandarín (Chino), japonés, coreano, incluso frances y alemán. Además existen otras opciones VIP, incluyendo la zona de backstage o un tour de degustación.
Historia de la ópera, pasos iniciales.
Lo primero a reseñar es que se trata de una visita guiada, con todos los pros y contras que eso conlleva, en este caso más pros que otra cosa y nuestra simpática guía nos llevo a buen ritmo por las principales estancias de la ópera.
La ópera está compuesta por dos edificios independientes, que parecen por perspectiva unidos. Se comienza por la parte inferior del edificio principal, entrando por la zona de bar en el descansillo de la ópera, proyectando dos vídeos sobre cómo fue la decisión de hacer la ópera y cómo se construyó, incluidos todos los problemas que eso supuso. Una historia apasionante de la que ya hablamos en 21 Wonders hace unos meses.
Su diseñador y creador, el danés Jorn Utzon, abandonó el proyecto a medio hacer y nunca regresó a la ciudad para ver terminada su obra maestra.
Tras conocer la historia, comenzamos a recorrer las estancias inferiores de la maravilla: el estudio de grabación y los pequeños teatros, que albergan obras casi todos los días del año. Lugares coquetos y con un acondicionamiento sonoro impecable. Su estudio de grabación es uno de los mejores del mundo.
La sala de conciertos, en el edificio anexo, estaba cerrada porque en esos días tocaba Damon Albarn, ex Blur, en su interior y se estaban realizando las últimas pruebas de sonido, así que nos quedamos sin verla.
No se puede fotografiar la mayoría de las estancias interiores de la ópera al tener, casi siempre, representaciones que lo impiden por derechos de imagen.
El interior de la ópera y la joya de la corona.
Caminamos por los interiores de la ópera llegando al vestíbulo, donde se sitúan las taquillas, el guardarropa, la tienda de souvenires y un sencillo bar, aquí es donde acaba el recinto público y donde había estado un par de veces previas, pero hoy tenía entrada. Así que se abrió la cuerda roja y pudimos subir escaleras arriba buscando la joya de la corona: la sala de ópera.
Al haber sesión esta noche, de hecho es doble por la cancelación de anoche, todo está en pleno funcionamiento y los diferentes bares, todos ellos se ven lujosos, están preparando todo: limpiando la vajilla, vasos y copas con esmero. El champán enfriando y la carta de vinos en su lugar. Pronto comenzarán a llegar los asistentes, pero antes estamos nosotros…
La parte de la maravilla que da hacia el puerto, con esos grandes ventanales, te hace estar en un barco parado, pero imponente; se ve toda la ciudad, Sídney ante tus ojos. Te sientes importante en la antesala de la ópera, el efecto está muy conseguido y los materiales empleados: cristal y madera, le hacen ser coqueta y acogedora.
Momento de subir más escaleras y abrir una nueva puerta. Allí estamos, en las filas superiores de la ópera. Impresiona y es una verdadera lástima que no se puedan hacer fotos del interior. Se están realizando los últimos ensayos antes de la obra de hoy. La representación doble debe salir perfecta, debe ser un lujo fantástico asistir a una ópera aquí, pero el lujo en Sídney se paga y mucho.
La estancia es ovalada, con un gran inclinación, incluso el escenario parece pequeño desde aquí, pero no lo es, sólo falla la perspectiva y la iluminación. Me pregunto cómo será la sonoridad, debe ser majestuosa.
La sala Utzon.
Y tras 45 minutos de visita queda poner el broche final. Lo hacemos deshaciendo el camino y llegando de nuevo al vestíbulo, pero esta vez giramos a la derecha para enfilar hacia una zona que me había pasado desapercibida.
Justo al lado de la tienda aparece una puerta acristalada de seguridad, antesala de la «sala Utzon», nombrada así en honor al creador y diseñador de la ópera; pero al igual que sucedió con el edificio completo, tampoco conoció esta sala.
La sala es una joyita escondida, con amplios ventanales que dan a la bahía y los jardinés botánicos reales. A lo lejos se ve mi punto favorito de la ciudad, Mrs Macquaries Chair, desde donde se pueden hacer fantásticas fotos al atardecer.
El uso principal de la sala es para conferencias, reuniones e incluso alguna boda se ha celebrado en su interior. Predominan los colores de su mural y es sencila, en madera, pero la luz a través de sus ventanales lo llenan todo. Lo demás pasa a segundo plano, los ojos se van en una sola dirección, al mar.
Y tras unos minutos disfrutando de la sala Utzon, nuestra guía se despide y me dejo perder por el vestíbulo encontrando una frase que resume a la perfección lo que es la ópera:
El sol no sabía como de bonita era la luz hasta que se reflejó en este edificio.
Louis Khan, arquitecto americano.
La conclusión.
La ópera de Sídney es algo más que un edificio, es el icono de una ciudad, un centro social, una de las construcciones más importantes del siglo XX, con una luminosidad única y un diseño innovador, rompedor y apasionante. Un sueño que Utzon tuvo y que parecía imposible de construir, porque incluso ni él mismo sabía como hacerlo, pero se consiguió, siendo hoy una de las maravillas del mundo y la número 18 de nuestro apasionante reto de visitar las 21. Hasta pronto, Sídney.