Una joya de la naturaleza. Formaciones kársticas de montañas e islas que emergen del mar, creando un paisaje único, quizás sólo comparable a la zona del río Li en el sur de China, pero con otro estilo, más majestuoso en mitad del mar. Una experiencia navegar por sus aguas, sentir la paz con un kayak o dormir frente al silencio nocturno de su belleza.
Sin embargo, no sólo recordaré los dos días en la bahía por sus bellas imágenes, sino por las personas que conocí allí. Historias de vida, personas que hacen inolvidables los paisajes.
La bahía de Ha Long (dragón descendente en vietnamita) es un lugar para ver, al menos, una vez en la vida. Un sitio por el que viajar expresamente a Vietnam.
Llegué al muelle de Ha Long desde Hanoi tras unas tres horas de furgoneta por unos paisajes rurales que dejaban ver una Vietnam más trabajadora y menos turística a medida que avanzaba hacia el norte. Muchos campesinos labrando tierras, campos de arroz, casas muy humildes, el paisaje que buscaba y que tanto tardé en descubrir.
En el muelle eran decenas, casi cientos los barcos que esperaban a los turistas para empezar la aventura por la bahía. Así que conformado nuestro grupo nos dirigimos a nuestro bote y de ahí a comenzar el crucero que nos llevaría durante 2 días y una noche por la bahía de Ha Long. El día nos regalaba un espléndido cielo azul para darle aún más brillo a los primeros minutos navegando por sus aguas. Se comenzaban a ver las formaciones kársticas y la cara de emoción de todos comenzaba a aparecer, más aún cuando llegamos al lugar de parada de nuestro barco. Rodeado de montañas emergiendo del agua, la belleza era la misma en cualquier dirección. Paisajes y momentos que te superan.
Fue en este momento cuando conocí a mi compañero de camarote: Tom. Alto, con buena planta, pelo blanco de 83 años, americano, veterano de la guerra de Vietnam, viajando en solitario. Una lección de vida, personas que ponen en contexto tu viaje. Estuvimos hablando horas sobre lo que significaba para él su viaje por Vietnam, cómo veía a España y cómo se sentía cuando la había visitado. Una persona con una energía especial, que aprovechaba cada minuto de su vida como si fuera el último. Una delicia el haber compartido con él parte de mi experiencia en Ha Long.
Volviendo al barco, lo primero que hicimos fue degustar una deliciosa, como siempre, comida vietnamita a base de productos del mar. Tras el almuerzo nos montamos en una pequeña lancha que nos llevó hasta la cueva de Sung Sot, una fantástica sorpresa de 500 metros de longitud y 30 metros de alto. Resultó ser una visita muy interesante por sus formaciones de estalactitas y estalagmitas, por sus dimensiones y, sobre todo, por su colorido, con una iluminación que potencia y realza su valor artístico.
A la cueva se accede tras subir unos 100 escalones que no sólo permiten el acceso a la cueva, sino que ofrece un mirador desde donde contemplar el espectáculo de la bahía de Ha Long. Son decenas de barcos los que hay en la misma zona, pero están ordenados y eso es noticia en Vietnam.
Tras la visita a Sung Sot, llegaba un momento estrella, un paseo en kayak por la bahía, que compartí con Juan Pablo, un argentino que viajaba con su mujer y con los cuales compartí muchas horas de conversación. Sinceramente, echaba de menos hablar en castellano y conectar con alguien tan rápido, así que pasé con ellos buena parte del tiempo.
Con el kayak nos dejamos perder entre las montañas, navegando más allá de lo que estaba aconsejado. Estábamos impresionados por el entorno, así que la hora que nos dejaban pasó a ser casi 80 minutos, teniendo a todo nuestro grupo esperando nuestro regreso, pero la escapada había merecido la pena. Una actividad que no hay que dejar escapar en un viaje a Ha Long.
Para poner el broche a la jornada, nos llevaron hasta la isla de Dao Titop, desde donde pudimos ver el atardecer, empezar a sentir la brisa marina al caer el Sol y contemplar las mejores escenas de la bahía de Ha Long. Postales de Vietnam desde la colina de Dao Titop.
Volví al barco muy satisfecho por la jornada tan completa, y charlé un buen rato con Tom que me contó el verdadero motivo de su viaje a Vietnam: regresar a Nha Trang, la Torremolinos de Vietnam, donde él estuvo sirviendo hace 50 años. Incluso llevaba fotos propias de los lugares donde estuvo y aunque él no fue combatiente en sí, porque era encargado de las comunicaciones, sí que tuvo momentos tensos y quería ver por sus propios ojos la evolución de esta humilde ciudad. Era su siguiente destino tras Ha Long y ya le avisé que la evolución de la ciudad la había llegado a convertirse de un enclave americano en un paraíso para los rusos, quién lo iba a decir…
Tras la divertida clase de cocina vietnamita, nos dieron tiempo libre para contemplar la bahía de noche y, aunque no se veía demasiado, apenas las luces de los demás barcos que nos rodeaban, sí que se sentía el silencio y la paz del mar. Momentos de calma, de pensar, de hacer unas cuantas fotos y marchar a descansar. Caí rendido en mi camarote, donde Tom dormía desde hacía una hora, había sido un largo día para todos.
Desperté con los primeros rayos de Sol que entraban por la pequeña ventana del camarote y Tom ya no estaba, así que subí a cubierta para contemplar la bahía y allí me lo encontré. Estaba haciendo gimnasia y estiramientos, siendo la admiración de todos los presentes. Fue emocionante, porque me recordó a mi abuelo Ramón, cambiando la ventana de mi colegio, donde lo veía hacer gimnasia, por una cubierta de un barco en la bahía de Ha Long. La vida.
Nos sirvieron el desayuno y nos dirigimos hacia una granja de perlas situada a pocos metros del barco, donde pudimos contemplar todo el proceso de creación de las perlas, el método de trabajo y los entresijos de un negocio que mueve millones de euros al año. Incluso en la humilde granja tienen una tienda y, en los pocos minutos que estuve, vi vender bastantes piezas. Siempre hay gente con dinero dispuesta a invertir en lujo.
Poco a poco comenzamos a navegar en dirección al muelle de Ha Long y las formaciones kársticas quedaban atrás, el silencio volvía a convertirse en ruido, las barcas de los pescadores y los locales se cambiaban por cientos de motos haciendo sonar el claxon, la amabilidad de los tripulantes volvían a ser gritos de las personas en el muelle. Definitivamente volvíamos a Hanoi. Me invadió un sentimiento de tristeza, pero fue ahí cuando decidí que Vietnam se merecía más, que me podía reconciliar con él, que no me podía ir sin ir a Sapa, sus campos de arroz y sus etnias, quería otra aventura, otro final, pero esa es otra historia.
Datos de interés sobre la bahía de Ha Long.
La bahía fue declarada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1994. El 11 de noviembre de 2011 fue nombrada una de las siete maravillas naturales del mundo.
Se extiende a lo largo de una costa de 120 km y su extensión es de 1.553 kilómetros cuadrados. Está situada al norte de Vietnam, en la provincia de Quang Ninh, en el golfo de Tonkín, cerca de la frontera China. Lo habitual es llegar desde Hanoi, 170 km al este de la bahía, en excursión organizada, ya que la posibilidad de ir por tu cuenta hasta Ha Long está muy limitada y las experiencias sobre el tema son generalmente negativas.
Así que mi consejo es contratar la excursión, según presupuestos, tiempos y preferencias, en alguna de las decenas de agencia de Hanoi, pasando mínimo 1 noche en la bahía. Hay que ser cuidadosos con la elección, así que preguntar bien, informaros por internet y cualquier recomendación o experiencia personal que tengáis, será un buen punto de partida. Un lugar único merece una buena experiencia, así que no ahorréis dinero por ello.
Mi elección fue Indochina Travel Adventures, serios y profesionales, y el crucero elegido el Lemon Cruise de 2 días y 1 noche. Pagué unos 90$ y todo salió de maravilla, siendo uno de las mejores experiencias de todo mi viaje.
Qué disfrutéis de la bahía de Ha Long.