No es el país más grande del sudeste asiático, ni el más preparado para el turismo, ni el más visitado, ni el más conocido, ni en el que más personas hablan inglés, ni tiene la mejor gastronomía. Incluso, no está bien comunicado con el exterior ni en su interior, no tiene la historia más interesante, ni un patrimonio cultural inmenso, pero tiene algo de lo que carecen los demás países de su entorno: sencillez y autenticidad.
Laos es un destino para desconectar de todo, para olvidarte del tiempo, de tus problemas y sentir que otro mundo es posible.
Laos es un refugio en el tiempo en muchos lugares. Sitios que no sabes si escribir sobre ellos, porque quizás, al conocerse, en 10 años sean la nueva Tailandia (no quiero pensar que sea Vietnam) y pierda todo su encanto. Por eso es mejor hablar poco, pero bien de ellos. Es clave el boca a boca, que blogs humildes cuenten sus experiencias, sus historias, para que la gente los conozca, pero no que aparezcan por allí tours organizados, ese sería el principio del fin.
En Laos el ritmo es diferente, el tiempo tiene otra medida, no sé exactamente cuál, pero sigo investigando el asunto. Sé que es más lento, pero no podría atreverme a dar una proporción respecto al nuestro. Lo sentirás al llegar, es muy fácil adaptarse a las cosas buenas. Perdí hasta la cantidad de días que pasé en el país, era intrascendente.
Sentirás paz, tanto al visitar sus templos, como al recorrer sus calles, al escuchar su música o al ver caminar a los monjes budistas.
Si además ves la ceremonia de entrega de limosnas en Luang Prabang, levantándote a las 5:00 am., sentirás algo inexplicable. Hay mucha gente buena en el mundo que dan lo poco que tienen a los que lo más lo necesitan.
Descubrirás que la navegación por sus ríos es clave en el desarrollo del país, allí nace la vida de muchas de sus aldeas y recorrer en barca parte de sus poblaciones es fundamental para entender su estilo de vida. Verás a niños correteando por la ribera de los ríos, a los búfalos bañarse, a los pescadores buscarse la vida y, mirando hacia las colinas, donde empiezan las aldeas, a las mujeres tejiendo prendas con colores muy vivos.
Todavía hay pureza en esas miradas, no te ven como alguien que sólo tiene dinero, te sonríen, te saludan y sino gastas dinero, no pasa nada.
Y hablemos de lugares, de sitios únicos, de momentos. En Laos todavía puedes visitar enormes cuevas sin pagar entrada, trepar hasta cimas de colinas sin encontrarte a nadie, bañarte en sus ríos, caminar por sus calles sin tener que escuchar ofrecimientos de nada, comprar cosas sin regatear, no estresarte porque no existe el concepto, ver atardeceres a orillas del Mekong con una cerveza sintiendo el silencio, puedes ver a los pescadores hacer su trabajo sin nadie que te moleste, incluso, comerás de maravilla, tendrás un pan delicioso (gran herencia francesa) y beberas deliciosos jugos y batidos a un precio ridículo.
Sí, muchas de estas cosas también las podrías hacer en otros lugares del mundo, pero sumarlas todas juntas y conseguir un paquete completo, tranquilo y relajado, lo dudo.
Ahora bien, llegar hasta Laos no es fácil ni barato, pero eso supone otro reto, bien bonito, para el turista/viajero, porque además el precio más elevado, tendrá una recompensa mayor: menos gente, más auténtico. La recomendación sería recorrerlo de norte a sur y quizás la mejor opción sea entrando por tierra desde Vietnam, pero eso lo dejo a los más valientes. Siempre nos quedará volar hasta Vientiane, su capital, o Luang Prabang, su seña de identidad, y desde ahí hacer nuestra ruta. Desde Bangkok o Kuala Lumpur se encuentran buenos precios a estas ciudades.
En cuanto a los precios, Laos es un destino atractivo cómo el que más. Quizás haya sido el país más barato de todos cuántos he visitado y eso no ha supuesto restar un ápice a la calidad de los alojamientos o de la comida. Simplemente, allí todo es más barato, es su nivel de vida, eso sí adaptándote a su comida y a sus normas; salirse de eso cuesta dinero, como en cualquier sitio del mundo.
Sólo hay una excepción: Luang Prabang, su ciudad estrella, y donde el alojamiento es especialmente «caro», siempre ajustado a los cánones del país.
Sin embargo, sobre todas las razones expuestas anteriormente, hay una principal: debes viajar por su gente, por las personas que viven en Laos. Por su amabilidad, por su sencillez, por su humildad, por su simpatía, por ese saludarte, Sabaidee, a cada paso que das, por poder dejarte ver cómo viven y cómo trabajan sin pedirte nada a cambio.
El idioma está claro que hace tiempo dejó de ser un problema o una frontera, pero Laos es un exponente perfecto de que con las sonrisas se va hasta el fin del mundo.
Tanto si quieres desconectar, descubrir mundo, estás (o quieres) haciendo un viaje de largo recorrido, viajas sólo por Asia o, sencillamente, buscas un país que sea bueno, bonito y barato, éste es tu destino. Laos, en la sencillez está la excelencia.
Me encanta!!! Futuro destino, como sabes este es el tipo de artículo que a mi me gusta leer, saber tus emociones que me transporte a ese lugar tan inolvidable para ti! Gracias.
Sai.
Querida Sai,
Laos es un destino que debes conocer, te encantará 🙂 se respira una paz, un ritmo y una tranquilidad que sé te gustaría muchísimo. No hay prisa para nada y la gente duerme mucho…
Todavía quedan muchos relatos por salir, seguro que encuentras nuevos lugares a los que desearías ir y espero que te hagan sentir las mismas emociones que éste. Es un reto, pero siempre me han gustado.
Un beso!
Por lo que me cuentas me lo apunto para una próxima excursión!!! Hay zonas en Filipinas que son así y la verdad es que me encanta!!!
Un abrazo!