Veníamos a Nepal en busca de respuestas y nos hemos marchado con más preguntas. Han sido muchas las experiencias vividas en este pequeño país, con demasiadas semejanzas a la India, pero con toques occidentales que ponen en peligro cualquier tipo de autenticidad. Una especie de fusión que, bajo mi humilde opinión, no conduce a ningún sitio, más que al intento de satisfacer a unos perjudicando la ilusión de otros.
Partimos de la base que Nepal es un país pobre, muy pobre y que, desafortunadamente, ha sido asolado con dos fuertes terremotos en los últimos 2 años que han ralentizado aún más su desarrollo y, lo peor, han segado la vida de muchos de sus habitantes. El impacto de los terremotos en el ámbito cultural ha sido amplio, estando muy presente en las principales zonas monumentales de Katmandú y alrededores, con templos completamente destruidos y zonas de derrumbe inminente. Ese paisaje es triste y desolador, más aún cuando apenas se ven trabajos en curso para recuperar el esplendor de lo que son varios lugares patrimonio de la humanidad por la Unesco.
Desconozco (y quizás ellos también) donde va el dinero de la entrada a la plaza Durbar de Katmandú, porque los casi 10€ (1000 NPR) que vale el acceso no se ven reflejados en ningún sitio. Por el contrario, en Patan el avance y los trabajos de reconstrucción son notorios.
Sin embargo, la pobreza no debe estar reñida con la limpieza y Nepal no es un país que la cuida. En absoluto, rozando límites de vergüenza en algunos sitios, ciudades importantes entre ellas. He estado en zonas de Laos, Camboya, Vietnam o China, mucho más pobres que determinadas ciudades nepalíes y no estaban así. No le veo justificación a la dejadez, a tener baños públicos de carretera que son indecentes, a tirar cosas al suelo constantemente, a no recoger los desperdicios en semanas o que cualquier sitio sea un basurero improvisado. No, me niego a pensar que tener muy poco significa renunciar a la limpieza y aquí, por lo que he visto, se hace en muchos lugares. Se ha normalizado como una parte más de la desgracia de vivir casi en el umbral de la pobreza.
Incluso en sitios oficiales o museos se descuida la limpieza, teniendo el Museo Internacional de los Montañeros de Pokhara, una suciedad en el baño de hacer semanas o meses de no limpiarse.
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Infraestructuras y transportes.
Y llegamos al otro punto estrella, las infraestructuras. Hemos recorrido el país en autobús, en todas sus direcciones y, tengo que decirlo, son las peores carreteras que he visto nunca. Descuidadas, sucias, con socavones, con infinitas horas de retención, constantes tramos de tierra, a lo que sumamos el caótico tráfico. Cientos de camiones y autobuses, de todos los tamaños, se creen los reyes de la carretera, realizando cualquier tipo de adelantamiento posible o incorporaciones, sean cuales sean las circunstancias.
De nuevo, vuelvo al desarrollo, no lo veo sólo un tema de pobreza o cultura, es falta de sentido común, de saber que 5 coches no entran en un carril, que no se debe adelantar a un camión en una curva cerrada o que estar pitando todo el rato no te da derecho a todo. Sí, he visto escenas como éstas en otros países y he tenido viajes de 15 horas, pero no con estas carreteras y condiciones.
Las infraestructuras de nueva construcción o de reparación son casi todas procedentes de capital extranjero, destacando China como principal inversor.
Honestamente, en los 3 trayectos largos realizados (KTH-Pokhara-Lumbini-KTH) he sentido miedo (en algunos tramos) y eso no me había pasado hasta ahora en ningún otro lugar. Más aún cuando las medidas de seguridad son casi inexistentes, tanto para pasajeros (no hay cinturón de seguridad, asientos rotos, etc.) sino por los propios vehículos (antiguos, con ruedas desinfladas, en mal estado, sin AC algunos o ventanas rotas). Por no hablar de conductores en solitario realizando trayectos de 8-9 horas con apenas 2 paradas.
Aprovechando la situación han aparecido empresas con servicios deluxe-ejecutivo que cobran a precio de oro (20-25€ respecto a 8-9€) el trayecto más popular: Katmandú-Pokhara; sin embargo, las carreteras son las mismas.
Los trayectos cortos, de 2-3 horas, son en autobuses más pequeños, con los mismos problemas, pero te lo tomas con filosofía y llegas a entenderlo. Sin embargo, los trayectos más largos no me parecen justificables.
Por poner algún ejemplo: el trayecto de Lumbini, en el sur y cercano a la frontera India, hasta Katmandú de apenas 300 km se convirtió en ¡una pesadilla de 13 horas!, con una parada de 30 minutos en un restaurante y otra de 5 minutos en un arcén de carretera. Los últimos 20 kilómetros de entrada a Katmandú los hicimos en más de 3 horas. Una aventura inolvidable que dejaron atrás (y casi olvidadas) las 8 horas de Katmandú a Pokhara o las 9 de Pokhara a Lumbini.
Katmandú, punto y aparte.
La capital de Nepal se convierte, por abundantes méritos propios, en una de las peores ciudades que he visitado. Algunos le llaman encanto, a mí me parece un desastre. No recuerdo nada peor que la zona de Thamel, llena de polvo, con callejones repletos de tiendas, restaurantes, hoteles, motos, coches, rickshaws y gente, mucha gente, vendiendo lo que puede y ofreciendo, a cada poco, algo para fumar. Desagradable. La misma sensación que tuve en la zona mochilera de Saigón, Vietnam. Está todo descuidado (o demasiado bien preparado), es una ratonera en la que perderte y no saber si encontrarte, apenas 4-5 terrazas te ofrecen un soplo de aire de lo que supone meterte allí.
Afortunadamente, en nuestra siguientes visitas a la ciudad, decidimos alojarnos más cerca de la plaza Durbar, en la zona de Chhatrapati, en mejores condiciones (alguna acera hay) y más civilizado y tranquilo.
Cultura y personas.
Otro punto llamativo es el tema del alcohol. Tras la experiencia en el norte de la India, donde consumir una cerveza era, habitualmente, complicado y tenías que guardarla e incluso ponerla debajo de la mesa. Pensaba que aquí sería parecido, pero no, aquí el sector está liberalizado, casi más que en Europa. Aquí las cartas de bebidas de alta graduación son más grandes que las de comida, no faltan los whiskies de todo tipo, vodkas locales y las 4-5 cervezas locales, más las de importación. Los letreros del vodka Ruslan, 100% nepalí, o las cervezas San Miguel o Tuborg, invaden las calles.
Desde 2008, tras su paso a República, el país dejó de tener la religión hinduista como oficial y ha dejado paso a un estado secular.
En cuanto a las personas, pues la sensación es parecida a la del país, me esperaba más la verdad, pero quizás sean mis impresiones (de 25 días). La gente es amable y simpática, sí, como en otros lugares, pero no he notado nada especial, más allá de muchos comportamientos “indios” como esas miradas directas y con cierto descaro hacia nosotros cada vez que paseábamos. Igual que nosotros los respetamos y nos lo miramos con desprecio ni vamos hablando sobre ellos, considero que deberían hacer lo propio. Para alguien que le encanta caminar por todos sitios, no ha sido agradable pasear por algunas zonas de Katmandú o Pokhara. No es sentirme observado, eso lo asumo, es más que eso, ha llegado a otro punto de persecución con la mirada, que nos ha generado incomodidad en varios casos y eso sí que no me gusta, viaje con una chica negra, dominicana, africana o de Islandia.
Afortunadamente, en los pueblos y ciudades más pequeñas, los niños mantienen su inocencia y corren a tu paso para saludarte o darte conversación.
Y pudiera parecer que Nepal no me ha gustado, pero no es cierto, sí lo ha hecho, pero me ha dejado una sensación agridulce. Una naturaleza tan pura, con esas montañas iluminando los paisajes y que sólo había visto en documentales o en libros, es algo fascinante. Sin embargo, el que piense que es un lugar lleno de misticismo, que lo olvide, no lo encontrará más que en determinados lugares, como puede pasar en otros tantos países.
Aquí se puede comprar de todo, principalmente artesanía y ropa de montaña, pero no encontrará paz y mística, eso ya no está a la venta.
Eso sí, he disfrutado de momentos únicos en mi vida como ver el amanecer de los Annapurnas desde Sarangkot, la visita a Lumbini, el paseo por el templo de Boudinath, contemplar en solitario el interior del monasterio de Namo Buddha o los atardeceres de Pokhara o Dhulikhel, con la cordillera del Himalaya como telón de fondo.
La conclusión.
En definitiva, tras 25 días recorriendo Nepal, me voy satisfecho de la experiencia vivida, aunque diferente a la que inicialmente pensaba. Todo este tiempo me ha permitido adquirir un conocimiento del país que me permitirá regresar con las ideas más claras y el recorrido más definido.
Estas han sido mis sensaciones, seguro que hay personas que les ha maravillado por sus montañas, sus paisajes, sus templos, su gente, su cultura, pero a mí no lo ha hecho, me ha faltado algo y me ha sobrado otro tanto. Sin embargo, sólo por volver a ver sus montañas y caminar entre sus paisajes, merecería la pena viajar de nuevo hasta aquí.
Hasta pronto, Nepal.
Buenas Alejo,
Estoy en el aeropuerto de KTH de vuelta Barcelona.
Me he puesto a mirar comentarios de gente que habia estado para comprar experiencias.
Me a dejado flipado tu visión de este país… no se lo que te esperabas, pero con la cantidad de líneas que has escrito, no has contado más que tu perspectiva desde tu punto de vista de Europeo privilegio, tengo la sensación de que no te has dado cuenta de que su visión del mundo es muy distinta de tu pobre realidad.
Es importante que cuando se viaja se respete, el país, las culturas, las miradas… de eso se trata viajar. Escribir un blog es ‘demaciado’ facil… NAMASTE
Hola Salvador. Gracias por tu comentario.
Quizás la parte de que es mi blog personal y que escribo dando mi visión y experiencia propia de los lugares que visito no la hayas visto ni leído… cuando lo remarco varias veces.
No debe ser la verdad, ni ser la misma experiencia de otras personas, es una visión personal tras casi 1 mes allí sin lujos, viajando en transporte público y hablando con mucha gente local.
Tengo la suerte de haber viajado por todo el mundo y de estar muy tranquilo con mi respeto hacia los demás, otras culturas u otras costumbres.
Eso es lo bonito de viajar que cada uno vivimos las experiencias de forma diferente. Y me remito a mi conclusión final:
«En definitiva, tras 25 días recorriendo Nepal, me voy satisfecho de la experiencia vivida, aunque diferente a la que inicialmente pensaba.
Estas han sido mis sensaciones, seguro que hay personas que les ha maravillado por sus montañas, sus paisajes, sus templos, su gente, su cultura, pero a mí no lo ha hecho, me ha faltado algo y me ha sobrado otro tanto. Sin embargo, sólo por volver a ver sus montañas y caminar entre sus paisajes, merecería la pena viajar de nuevo hasta aquí.»
Saludos,
Alejo