Soñaba con volver a ver auroras boreales. El espectáculo de la naturaleza más bonito que se puede ver, por su carácter imprevisible, desconocido y diferente cada día. Son luces que encienden el cielo, lo colorean, lo iluminan. Te hipnotiza ese movimiento que parece empujado por una leve corriente de aire desde el cielo. Y el momento pasa a ser magnífico cuando todo se ilumina, cuando las auroras boreales te rodean y te sientes el ser más pequeño y afortunado del mundo por contemplarlo.
Y para buscar auroras boreales decidí regresar a las Islas Lofoten, por encima del Círculo Polar Ártico, al mismo lugar que me lo negó el año anterior en fechas similares. Sin embargo, para hacer la experiencia diferente pensé en ofrecer el viaje a un grupo reducido de personas y convertirme en guía de viajes para 5 días en las Lofoten. Lo titulé: “En busca de Auroras boreales desde Málaga” y, seguramente, no pudo ser más acertado. Esta es su historia.
Aterrizamos en Evenes bajo un cielo despejado que nos permitió contemplar la belleza del paisaje desde el avión. Muy diferente al cielo nublado y la intensa nevada que nos recibió el año anterior. El pronóstico para los siguientes 4 días era magnífico, cielos despejados y sin lluvia, pero la especial localización de las Lofoten y mi experiencia del año pasado me hacía ser bastante escéptico acerca de la fiabilidad en la previsión.
Nuestro destino y campo base era la pequeña localidad de Ramberg, al sur de la islas y muy cerca del fin de las mismas.
Un viaje de 4 horas en coche, que decidimos hacer con calma, parando en sitios claves y aprovechando todas las horas de luz posibles. Tras una parada en Svolvaer, la capital, nos tocaba afrontar la parte final del recorrido. En ese momento comprobé el pronóstico de las auroras boreales, el clima y saqué mi conclusión: esa noche podríamos ver las luces del norte en el cielo. Lo transmití al grupo, pero indicando la dificultad del acierto en el pronóstico. Se daban todas las circunstancias (cielo despejado, intensidad de tormenta solar y poca contaminación lumínica), pero ahora las 3 variables tendrían que conjugarse al mismo tiempo, en el lugar indicado.
Retomamos la carretera principal, la E10, y a los pocos kilómetros, algo sucedió, casualmente a la altura de nuestra casa del año pasado. El cielo se iluminó. Allí estaban las auroras boreales asomando entre montañas. Conducir bajo el influjo de las Auroras es una sensación indescriptible, más aún con la necesidad de parar a verlas. Lo hicimos, en el arcén, de forma algo imprudente, pero era el momento y no sabíamos si se volvería a repetir.
El objetivo del viaje se había cumplido. Nos pillaron de improviso, por lo que no hubo tiempo para fotos y sí para pasar frío y no asimilar lo que había pasado. Fueron tenues, pero iluminaron el fondo de la escena. Me sentí feliz, pero quería más, querían más.
Eran 6 personas que buscaban una de las mejores experiencia de su vida y tenía “la obligación” de ofrecer lo mejor de mí para dárselo.
Todavía con la emoción del momento, nos instalamos, cenamos y, tras comprobar el pronóstico, aunque había una pequeña opción, decidí que era buena idea salir a buscar más auroras boreales. Tras una hora, ligeros atisbos en el cielo, pero algo de nubosidad y la poca intensidad solar nos hizo regresar a casa para afrontar un espléndido y soleado segundo día en las Lofoten.
Llegaba la segunda noche y el pronóstico era mejor que el día anterior. Una intensidad solar mayor (KP2) y cielos más despejados, por lo que sólo había que encontrar el sitio adecuado, administrar la dosis de paciencia y confiar en la madre naturaleza. Nos dirigimos al puente de Fredvang, a escasos 15 minutos, que nos permitía tener una visión clara en un entorno más o menos apartado de la contaminación lumínica.
Tras 45 minutos de espera, las auroras boreales aparecieron en el cielo, aunque con una intensidad ligera, parecidas a las de la noche anterior, pero con otros colores. Disfrutamos, pero, honestamente, todos esperábamos más. Surcaron e iluminaron el cielo en varias direcciones, apareciendo y desapareciendo, pero sin ser constantes. Hacía frío, rozábamos los -15º de sensación térmica y era difícil esperar en esas condiciones. Sí, eran auroras polares, pero queríamos más. Así que tras 2 horas decidimos regresar a casa…
Apenas eran 15 minutos de trayecto, pero a 750 metros de casa algo volvió a iluminar el cielo. Se apreciaba incluso desde las ventanillas. Las farolas y luces artificiales del puerto, justo al inicio del pueblo, no importaron demasiado. Había que parar a ver aquello que iluminaba el cielo con una intensidad que no habíamos visto antes.
Eran de nuevo auroras boreales que esta vez “encendieron” y barrieron el cielo de lado a lado, comenzando lo que llamo el “baile de Aurora”. Luces que se mueven a una velocidad increíble y que dibujan las más bonitas escenas en el cielo.
Es algo que te deja impresionado y que volvió a situarme en un trance de minutos. Los pelos de punta te ayudan a comprender lo que tu mente no es capaz de procesar. Un momento único. Ahora sí, todos sintieron que habían visto auroras boreales en las Lofoten. Aún así deseamos volver a verlas al día siguiente y, como si estuviéramos tocados por algún tipo de privilegio, nuestros deseos se cumplieron.
Era el fin de la tercera jornada y regresábamos a casa bien entrada la noche. La sinuosa carretera que conducía hasta Ramberg estaba bastante oscura, por lo que rápidamente pudimos ver de nuevo como un resplandor aparecía entre montañas. Las Auroras boreales nos marcaban el camino, así que decidimos seguirlas unos kilómetros hasta que su intensidad y majestuosidad nos hizo detenernos.
Esta vez la intensidad era mayor y no iluminaba todo el cielo, sino que nos abrazaba como una media circunferencia. 180 grados visuales de Auroras boreales. Fue un momento espléndido ver cómo aparecían por las montañas o iluminaban la población más cercana. Quizás fueron las Auroras más bonitas que he visto nunca. Su forma y su elegante movimiento te dejaban hipnotizado.
Una de las auroras apareció como un rayo de luz entre las montañas. Un foco de luminosidad como jamás había visto.
Lo espectacular del momento no fue sólo que las viéramos con absoluta claridad y tranquilidad, si no que cuando decidimos regresar a casa, nos acompañaron a tal nivel que tras aparcar y con toda la luminosidad del pueblo, seguían iluminando. Como me pasó en Islandia, las Auroras vinieron directamente a casa. Qué especial fueron esos minutos.
Para poner el broche, tras la cena, volvimos a salir a buscar más magia y tuvimos suerte a los pocos minutos de llegar. De nuevo, dibujaron bellas escenas en el cielo y nos volvieron a deleitar con su baile, con su velocidad, con su contoneo y con varios destellos en forma de ráfaga, que me hicieron ser feliz. Ahí sí que sentí que el viaje había concluido, que había cumplido el objetivo, conmigo mismo y con el grupo.
El último día, de nuevo, vimos Auroras, pero fueron más suaves, incluso la nubosidad se apoderó del cielo y apenas se contemplaban con claridad. Hicimos un último intento pasada la medianoche para ir a unos de los mejores lugares de la isla para verlas, la playa de Haukland, pero la suerte no acompañó y las nubes nos invitaron a regresar a casa. El espectáculo de las Auroras llegó a su fin.
Y con todavía el recuerdo de esos momentos, con la visión de las Auroras surcando el cielo de las Lofoten, esta historia llega a su fin. El año que viene regresaré para un nuevo intento. El destino todavía está por decidir, pero que volveré a buscar las luces del norte por el cielo lo podéis dar por seguro. Quién sabe quizás alguno de vosotros podría acompañarme…
¡Las fotos son inspiradoras! Nos dan ganas de coger el primer avión que salga para Noruega…
Saludos.