Fecha: Viernes, 19 de febrero. Lugar: Madrid. Hora: 14:00. Temperatura exterior: 6ºC. Viajeros: 5. Estos son los datos iniciales del viaje.
Con todo en orden y puntualidad extraordinaria, nos dispusimos a tomar el avión con destino a Oslo -salida a las 14:45-. Tras pasar los habituales -y molestos- controles de seguridad del aeropuerto, finalmente, decidimos cambiar algo de dinero a NOK y comprar una botellita de ron para hacer más ameno el viaje. El viaje hacia Oslo fue tranquilo y sin novedades, sólo interrumpidos por lo molesto que es viajar con Ryanair en cuanto a comodidad y que se pasan todo el viaje vendiéndote cosas y hablando por megafonía…
Y llegamos a Rygge. Hora: 18:10. Temperatura: -10ºC. Allí, tras pasar el pertinente control, nos dispusimos a buscar el autobús que nos llevara a Oslo city, fue sencillo: sólo había un bus y taxis. Así que a hacer otra cola, ahí empezamos a darnos cuenta del carácter noruego. Por una parte, todo era inglés y facilidad -hasta de pago con tarjeta- y por otra, la tranquilidad suprema que se veía -no se respetaban colas ni horarios-.
El viaje en bus hacia la ciudad, pasó tranquilamente -1 hora de viaje- y lo pasamos escuchando español a 2 chicas, unos chinos roncando y una pareja noruego-española diciéndose de todas las maneras lo mucho que se querían. El trayecto desde Oslo Bussterminalen hasta el hotel fue, sencillo, de unos 15 minutos, donde empezamos a sentir el frío noruego y ese concepto tan manido de la sensación térmica. ¿Qué es? Es sentir frío en todo tu cuerpo -sobre todo la cara-, aunque tú creías que te habías abrigado…
El hotel, Oslo Budget Hotel, fue todo un éxito: sencillo, muy bien ubicado (a 5 min. de todo) y con un trato muy simpático, cosa que siempre se agradece. Las habitaciones como esperábamos: confortables y cómodas para pasar 2 días. Con lo mínimo exigible y la curiosidad de tener la ducha y el baño todo unido… con el inevitable charco formado tras cada ducha.
Llegados y ubicados, nos fuimos a buscar algo de cena y el BK fue nuestra solución. 14 € por menú nos indicaron donde estábamos, no era un mito: era Oslo, una de las ciudades más caras del mundo. Con el estómago confortable, dimos un paseo por Karl Johans Gate, la calle principal, que tiene 1 Km y recorre todo el centro principal. Fuimos desde su inicio en la Oslo Bussterminalen hasta el Palacio Real, en aproximadamente 45 minutos. El frío aumentaba y nuestro asombro también, porque vimos las primeras minifaldas y camisas al aire… ¿acaso no tenían frío?… parece que no: antes muerta que sencilla.
En el trayecto, rodeados de nieve y con una ligera nevada cayendo, pudimos hacer nuestras primeras fotos. Con el gesto algo cansado, tuvimos varios momentos divertidos (subida por cuesta nevada, nieve por las rodillas, foto de semáforo…) en el Palacio Real, donde 3 policías locales custodian el recinto -cuanto frío no pasan esos muchachos-.
Bastante cansados, decidimos retornar al hotel. Otro paseo de 30 minutos. A las 23:00 entramos por la puerta, cansados, pero contentos. Para ser el 1er día todo había salido de maravilla. Quedaba descansar, mañana sería un gran día. Un poco de JJ.OO. de invierno y el sueño fue apareciendo (aunque hubo quién roncó como un reno…).
Día 2: Museos de Oslo, Icebar y la última cena
A las 7:45 sonó el despertador. El día 20 Febrero de 2010 amanecía con una intensa nevada sobre Oslo. La temperatura: unos 14ºC bajo cero; sensación térmica de -20ºC. Hacía frío, mucho frío. El desayuno fue abundante (zumos, pan, jamón, queso, huevos, pepinillos…) y nos dio bastante fuerza para abordar todo la ruta que tenía preparada.
A las 9:30 salimos del hotel en busca del autobús que nos llevó a Bygdoy, la zona de los museos. El bus es el 30 y tras 10 minutos conseguimos comprar los billetes, a más de 3€ cada uno. El destino era el Museo Vikingo (Vikingship musseum). Nos equivocamos y bajamos en la parada anterior, así que tuvimos que dar un pequeño paseo hasta la puerta.
Merece la pena, es 1 hora de estancia, que por pocos €, está llena de historia. Me gustó mucho.
Tomamos el 30 de vuelta al centro y preguntamos por el Oslo Icebar. Con esta información nos fuimos a la zona de puerto. A los 5 minutos estábamos en La Opera, un lugar increíble, un edificio para disfrutar, pero también el sitio donde más frío pasé en todo el viaje. Era tremenda la sensación térmica al lado del mar, me emocioné tanto que hasta me caí a un hoyo que me dejó enterrado hasta la cintura. La Opera impresiona tanto por dentro como por fuera, es un sitio que no se puede olvidar visitar en Oslo.
De aquí nos fuimos caminando hasta Akershus Festing, una fortaleza construida en el 1300. Otro sitio muy recomendable, el entorno y el clima te hacían remontarte tiempo atrás (siglos) y verte entre nieves, árboles y fortalezas, casi con tu ballesta en la mano preparado para la batalla. Conseguimos salir (no fue fácil) y nos dirigimos hacia Akker brygge, que es la zona de paseo marítimo en Oslo, al lado está el Ayuntamiento y el centro del Nobel de la paz, ninguno de los dos me transmitió nada y la zona supongo que gana mucho en verano cuando todos los ferrys están funcionando, en invierno se queda triste y hace bastante frío.
Allí mismo, comimos en un MD (donde se fraguó la gesta de las 5 Cheese Burger). De ahí seguimos paseando e interactuando con las estatuas locales. Como no hacía suficiente frío, decidimos ir al Oslo Icebar, que pillaba de paso y nos parecía algo original, el éxito fue tremendo (a pesar de los 20€ que vale). El sitio merece la pena, porque es algo único y pasamos 30 minutos muy divertidos, con algunas de las mejores fotos de todo el viaje.
De ahí a cenar, junto a la última cena (mi padre entre ellos), a un sitio cerca del hotel, con buena relación calidad-precio. Fue muy divertida la cena, con OPC contando todas sus batallas y haciéndose con el control del local a los pocos minutos. A 2 minutos teníamos el hotel, así que nos fuimos a reposar y preparar el día siguiente, eran las 22:30.
Como era demasiado pronto y, tras quitarnos las pesadas botas, bajamos a jugar a las cartas y tomar unas copillas de aquel ron que un día atrás compramos. No teníamos hielo, poco zumo y pocas ganas, así que nos fuimos a dormir sobre las 0:00 que quedaba el último día… En ese momento, tuvimos la oportunidad de haber vendido esa botella a unos chicos que había allí. Saber de dónde eran, es fácil, evidentemente españoles, son los únicos que tienen la relación alcohol-viajar-necesidad a tanto nivel… pudimos hacer negocio, pero hicimos bien…
Día 3: El impresionante Parque Vigeland
Domingo 21 Feb, 8:00 am. Suena el despertador de OPC, le tocaba ducharse el 1º, pero hace caso omiso. Ahora podría estar describiendo las otras 10 (sí, sí) veces que le sonó, pero prefiero decir que me duché yo antes y luego él.
Desayuno completo y día soleado, se daban los 2 condicionantes necesarios para hacer el trayecto más largo a pie del viaje. Desde el hotel al Parque Vigeland. Fue un paseo largo, pero divertido… llamando así a los -14ºC que nos acompañaban.
Paseamos, casualmente, por las zonas más pijas de Oslo, llenas de embajadas y casas de alto nivel. Y llegamos al parque, que es un sitio fantástico para pasar un sábado/domingo. Con zonas verdes, zonas de ocio (esquí, columpios…), todo ello rodeado de las estatuas de Vigeland, que podrán gustar más o menos (a mí mucho), pero no dejan indiferente a nadie.
Aquí tuvimos uno de los momentos del viaje, OPC vio una colina pequeña con nieve y allí nos fuimos a improvisar un trineo (una mini bolsa de plástico) y a lanzarnos… estuvo genial, la gente se detenía para vernos y si no hubiera sido por el frío que pasaron las chicas, todavía estaríamos allí porque nos hicimos pequeños por unos minutos.
De ahí al hotel a recoger las maletas, pero todavía nos quedaba el ron (3/4 partes), por lo que decidimos terminarlo. Fue otro de los momentos más divertidos, porque sentados en la estación, bebiendo ron con fanta, no dejamos títere con cabeza y todo fue diversión. A tal punto llegó la cosa que prácticamente acabamos el ron y OPC tuvo que dormirse en el bus hacia el aeropuerto, porque sino no lo cuenta, jeje.
Sintiéndolo mucho, tuvimos que decirle adiós a Oslo y que mejor que con una foto grupal en uno de los lugares donde más disfrutamos, el Oslo Icebar.
P.D. Artículo original escrito el 01/03/2010 y publicado el 26/09/2012.