Brasil, el desencanto de lo inesperado
Hay países que no te gustan, sea por su gente, por su ambiente, por sus precios, en general, porque no. Y de todo lo que llevo viajado hasta ahora, Brasil es el único con el que me ha pasado. Sí, suena duro e impactante, pero Brasil no me gustó y es una opinión personal, pero basada en 21 días de recorrido por su parte sur, es posible que si conociera el resto de país cambie de opinión o no… Sin embargo, dos incursiones en Brasil, (incluyo mi paso fugaz por Tabatinga en la triple frontera) y dos desencantos.
Tras terminar mi paso por el país y antes de escribir este artículo, he consultado y contrastado diversas fuentes y algunas coinciden, otras no entienden mi postura; pues bien paso a detallar mis sensaciones, experiencias y desencanto con un país que lo llaman «de la alegría y la samba», que imagino será sólo en carnaval, porque en Octubre del 2014 lo habían olvidado.
En busca de la simpatía.
Este ha sido el primer impacto, quizás el más duro, las personas que hemos conocido en Brasil (salvo dos excepciones, Marcio y Laura) no han sido simpáticas, pero tampoco amables. Quiero pensar y atribuir esta circunstancia a algo temporal, quizás estén cansados del mundial, de las elecciones, de los juegos olímpicos, de oir español, quizás… o no, porque han sido la mayor parte de las personas desde camareros a conductores, pasando por policías o transeúntes. No hay simpatía y más difícil aún buscar una sonrisa. Incluso competíamos a veces por ver quién conseguía una sonrisa antes de un brasileñ@.
El momento estrella de la no simpatía fue comprar un billete de bus sin que la taquillera intercambiara ni una sola palabra con nosotros, ni siquiera un saludo, las gracias, ni el horario, nada, tan sólo señalaba su pantalla y nos miraba con mala cara. Sí, llegué a pensar que era muda, pero luego habló con su compañera…