Soñaba con volver allí. Deseaba regresar a Luang Prabang para revivir esos momentos que fueron eternos para mí. Un atardecer del Mekong tras cruzar un puente de bambú, otro atardecer desde una colina viendo como el Sol brillaba más que nunca o sobrecogerme al contemplar la ceremonia de entrega de limosnas. Y estaba seguro que encontraría nuevos momentos, nuevas escenas, que me traería nuevos recuerdos, como así fueron el paseo por el Mekong o los nuevos rincones o templos que con su atmósfera te transmiten una paz interior que no recordabas haber sentido en ningún otro lugar.
Luang Prabang es una ciudad que te atrapa por su aire colonial, te emociona por sus tradiciones y te hace ser parte de algo espiritual, que parece casi irreal, pero que es la vida diaria de sus habitantes y de la que tú formas parte sólo unos días, unos minutos. Respetar esos momentos es la clave de su esencia.
Luang Prabang es la ciudad ideal para encontrar inspiración, buscar la reflexión, disfrutar del arte, leer, escribir o simplemente pasear y dejar la vida pasar.
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Cruzar el puente de bambú para ver el atardecer en el Mekong.
Recordaba como si fuera ayer, ese momento de cruzar el puente de bambú y encontrarme prácticamente en solitario al otro lado de la ciudad, contemplando una preciosa puesta de Sol. Y como si el tiempo se hubiera parado, la misma mujer seguí allí dos años después cobrando el cruce del humilde puente, que une la ciudad con una pequeña zona de casas en la ladera del río.
Allí nos encontramos, esta vez sí, sin nadie entre las rocas, contemplando como los pescadores volvían a casa, como las familias se bañaban en el río o lavaban la ropa. Los colores habían cambiado y el atardecer no fue el mejor del mundo, pero esa felicidad de contemplar la cara de mi padre ya valía un viaje a Laos. Esos escenarios históricos de películas por el Mekong los estaba contemplando por sí mismo. Y volver bajo la tenue luz del inestable puente, usando una linterna y ver cómo la oscuridad se apoderaba de la ciudad, marcó el inicio de un viaje inolvidable por Laos.
Esta vez lo único que faltó fue una cerveza Lao bien fresquita, pero el kiosko al otro lado del río estaba cerrado.
La ceremonia de entrega de limosnas.
Algo para ver una vez en la vida. Y he tenido la suerte de contemplarlo dos veces. Una tradición la de entregar limosnas (arroz, principalmente) que realizan a diario, a la salida del Sol, los habitantes de Luang Prabang para que los monjes se puedan alimentar.
Es emocionante y espiritual, sin embargo he notado diferencias dos años después. Desafortunadamente, se ha convertido en una atracción turística a lo grande, se vende arroz para turistas, la gente se hace selfies con los monjes, se les hace fotos a centímetros. Se ha perdido parte del respeto por el momento y las personas que necesitan ese sustento para vivir. Si no entendemos y respetamos las tradiciones, no deberíamos formar parte de ellas. Y muchas personas se han olvidado de esto.
Esta vez lo viví en primera persona, al ver salir al dueño de nuestro hostel a dar sus donativos justo antes que nosotros. Fue emocionante encontrarlo en la calle colaborando.
Un paseo por el Mekong al atardecer.
Pasear en barco por el Mekong se había quedado como una asignatura pendiente en mi anterior visita y esta vez no podía permitir que se escapara, aunque la fuerte lluvia justo a la hora de salida lo intentó impedir. A cambio, salimos con retraso, pero nos permitió ver cómo el Sol se escondía por completo entre las montañas, y a ritmo de una suave música, volvimos de noche por el río, contemplando la vida en ambos lados de la orilla.
El paseo lo hicimos con Sa Sa Sunset Cruise Bar y quedamos encantados. El precio incluye un mojito gratis y se ofrecen unos deliciosos pinchitos de pollo.
Recorrer el mercado nocturno.
Al caer el Sol la ciudad se transforma y los puestos, tanto de ropa como de comida, salen a lucir presencia. La calle Sisavangvong se convierte en el escenario donde decenas de artesanos, comerciantes y artistas locales salen a exponer sus productos. Además, observarás las familias completas en los puestos y los más pequeños durmiendo mientras sus padres intentan ganarse la vida. Contemplarlo con respeto y entenderlo será parte del trabajo.
Si buscas comprar algo, es un excelente lugar, pero no olvides el arte del regateo. Para los no compradores, es un buen lugar para pasear y contemplar. Siempre habrá algo que te sorprenderá.
Si quieres comer algo en sus famosas barbacoas hay un pequeño mercado de comidas en una callejuela pequeña justo al inicio de la calle. No es la máxima calidad, pero es barato y está rico para una noche.
La subida al monte Phousi.
La única actividad exigente que harás en Luang Prabang. La subida es muy recomendable, sobre todo al atardecer, porque durante el día hace demasiado calor. Sus escalones guardan una bonita recompensa, ya que desde aquí se contempla toda la ciudad, con vista panorámica de 360 grados. En la cima encontrarás un pequeño templo y siempre hay personas realizando ofrendas e incluso la típica turistada al atardecer es liberar pequeños pájaros que te venden en jaulas.
Sin ser mi sitio preferido de la ciudad, lo considero imprescindible, pero olvida la mística del atardecer, porque estará lleno de personas hablando, haciendo fotos o simplemente sin dejarte ver. Si buscas tranquilidad, mejor cruza el puente de bambú o busca alguna zona a orillas del Mekong. Aun así las vistas desde arriba, son inmejorables y ver como el Sol se esconde entre el agua y las montañas, bien merecen unos minutos de ruido.
Contemplar un tercer atardecer de Luang Prabang desde tres localizaciones distintas (Monte Phousi, puente de bambú y desde el barco) fue un broche perfecto a nuestra estancia en la ciudad.
Estos son mis 5 momentos inolvidables en Luang Prabang, pero hubo muchos más, incluidos la cena casi en la oscuridad a orillas del Mekong, los paseos por sus templos, la visita al museo nacional, contemplar los monjes haciendo sus labores diarias, disfrutar de sus deliciosos batidos callejeros y pasteles o simplemente pasear por sus calles sin un rumbo fijo.
En definitiva, Luang Prabang es la ciudad ideal para encontrar inspiración, buscar la reflexión, disfrutar del arte, leer, escribir o simplemente pasear y dejar la vida pasar. Una joya del sudeste asiático, la ciudad mágica de Laos.
¡Qué buenos recuerdos en Laos! Nosotros estuvimos allí hace ya justo 15 años. Uno de los sitios más impresionante s que vimos fue la cueva de Kong Lor, cruzándola en barca durante unos 7 kilómetros, con las baterías de las linternas que fallaban una tras otra. ¿Fuisteis allí? Si no, te lo recomiendo para otro viaje! Y enhorabuena por tus aventuras.
Hola Bernard.
Laos es una delicia e imagino lo que sería hace 15 años aún más auténtico. La cueva que comentas no lo conocía, pero la apunto para la próxima, me encanta tener nuevas «excusas» para regresar.
Saludos,
Alejo
Hola Sr. Tomás; buscando información sobre Laos, he dado con su blog. Quizá vaya por ahí este verano. Si se acerca usted algún día por Madrid, quizá pueda aconsejarme 🙂
Sr. Martínez, eso está hecho. La semana que viene hablamos sobre Laos, será todo un placer, porque es uno de mis países preferidos.