Esa es la distancia que separa Madrid de Tokio (Tokyo), un viaje de emociones que comenzó a las 7:15 de un 30 de Diciembre de 2010.
48 horas de vivencias y 12598 kilómetros de sensaciones.
Con pocas horas de sueño, seguramente por los nervios y la emoción, el trayecto desde Madrid hacia Londres, transcurrió con normalidad. Lo único que queríamos era embarcar en nuestro siguiente avión: Londres – Tokio de British Airways. La casualidad quiso que, instantes antes, hubiera estado comentando que nunca había montado en un avión de dos pisos y que me hacía mucha ilusión, dicho y hecho, al bajar del autobús, allí estaba. El viaje comenzaba muy bien, primer sueño cumplido; ahora quedaban casi 9 horas de vuelo, que no se nos hicieron demasiado largas, mezcla de cansancio e ilusión por llegar.
El trayecto del aeropuerto al hotel, fue nuestro primer contacto con los nipones, todo amabilidad y buen trato. Qué buena pinta tenía todo y no había hecho más que comenzar. No podía dejar de pensar en empezar a descubrir la ciudad, así que dejamos las maletas y nos fuimos a pasear por los alrededores del hotel. Asakusa, fue la primera zona que descubrimos: el mercado con todos sus puestos, su gran templo y la primera pagoda.
Estábamos en Tokio, Japón, lo habíamos conseguido y en unas horas despediríamos el 2010 rodeados de españoles, sin conocer a ninguno (conocidos virtualmente a través de una página de Facebook)… así que, al hotel a descansar un poco y prepararse para el fin de año japonés.
La cita era en la estatua de Hachiko, punto central de Tokio, primer encuentro con el Tokio moderno, ese de luces, neones, gente, mucha gente. Allí conocimos a nuestros estupendos compañeros de noche: españoles venidos desde diversos puntos de España, de algunas partes de Japón e incluso de Indonesia. No sabíamos muy bien porqué, pero estábamos allí, desde ese momento: el tiempo corrió mucho, quizá demasiado. Fueron 8 horas llenas de sentimientos y emociones.
El lugar para la cena fue, sencillamente, espectacular. Un homenaje en todo regla, con lo mejor de la cocina japonesa. El sitio estaba casi para nosotros y, tras quitarnos los zapatos, nos sentamos todos en nuestra larga mesa de 16. La cena transcurrió entre risas, historias y anécdotas.
Ahora puedo decirlo, éramos los únicos que no teníamos un motivo claro para estar allí, pero no importó, sólo escuchando todo lo que nos esperaba en Japón, ya quedé atrapado en sus redes. Fue divertido contar que la única razón era para ir a Japón era llegar a Kyoto a ver el Templo de Kiyomizu-dera, una nueva maravilla para una nueva página web llamada 21Wonders, pero era la verdadera y única razón. Eso hizo todo aún más especial.
Los platos seguían llegando y nosotros seguíamos preguntando qué era… aunque daba igual, todo estaba delicioso y, si las fotos son bonitas, el sabor lo mejoraba. Dimos buena cuenta de todo y nos despedimos de ese mágico lugar: mi primera cena de nochevieja en un restaurante.
De ahí fuimos a un combini (lugar abierto 24h para comprar bebidas y comida), bien abastecidos, el cruce de Shibuya sería nuestro destino. Allí creíamos que habría un countdown o similar, algo que indicará que terminaba el 2010 y comenzaba el 2011… pero no, entre tanta luz y neón, ni un solo reloj, ni rastro de cuenta atrás… pero el ambiente era impresionante, lleno de gente, mucha alegría en el ambiente y tras cruzar varias veces el paso de cebra (todo un espectáculo), dieron las 0:00 del día 1/1/11, el 2011 había comenzado!
Todo el mundo empezó a gritar, a saltar, a abrazarse, nosotros a felicitarnos. Fue una sensación especial, diferente, pero nosotros estábamos juntos y muy felices, eso hizo que todo pasara a un segundo plano.
Rápidamente nos integramos con los miles de nipones que estaban en la zona y vimos claro el entretenimiento: cruzar por los pasos de cebra y pararse en mitad a saltar. Así que, allí nos metimos, en todo el lío, fue muy divertido.
Llegaba el momento de buscar un lugar para tomar algo, no sin antes empezar a encontrar diversos personajes por la calle (incluso, estaban los 4 Power Rangers), que nos hicieron el camino mucho más divertido.
Tras un paseo, encontramos nuestro lugar, una especie de pub donde tomamos algo y pudimos charlar más tranquilamente, incluso hubo quien conoció a alguna nipona… Allí nos quedamos un par de horas, hasta que a las 4:00 el cansancio empezó a acompañarnos y decidimos comenzar la retirada… no sin antes, concretar varios contactos para posteriores días en Tokio y Kioto, todo un acierto. Algunos siguieron de fiesta, nosotros pensamos más en descansar y aprovechar el día 1, como finalmente así fue, visitando Shinyuku y Yoyogi.
Quedaba el camino de vuelta al hotel, el cual transcurrió hablando de la maravillosa experiencia que habíamos vivido: fin de año en Tokio, con 16 españoles. Además, la curiosidad quiso que, antes de acostarnos, en España todavía no hubieran celebrado el inicio del año… me vinieron muchos recuerdos, pero sobre todo, me sentí un privilegiado de haber vivido una de las mejores experiencias que alguien puede soñar.