Hacía tiempo que un lugar no me dejaba sin palabras. Un lugar que bien merece un viaje, sea a Normandía, donde está situado, o donde estuviera en el mundo. El Mont-Sant-Michel es mucho más que un islote, una abadía en su cima o un símbolo de peregrinaje histórico, es una Maravilla, tanto que desde el siglo XIII fue denominado así por su magnificencia.
Lo que originalmente, allá por el siglo IV, fue denominado como Monte Tumba, por estar en medio de un bosque y servir de cementerio, se convirtió por designio divino en un santuario en honor al arcángel San Miguel, que preside el monte desde 170 metros de altura. Y todo ello, casi aislado de la tierra, con mareas de hasta 14 metros que lo convirtieron durante años en una fortaleza. Esta es su historia y la nuestra.
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Breve historia del Mont-Saint-Michel.
Todo comienza en el año 708, cuando Saint Aubert, obispo de Avranches, mandó construir una abadía en honor al arcángel San Miguel, quien, según cuenta la leyenda, le tocó en la frente y le introdujo la idea de la construcción de un santuario en aquel monte. Consulta el mapa histórico de Saint-Michel.
En el año 966, a petición del duque de Normandía, una comunidad de benedictinos se establece en el peñón, mientras en su parte inferior se desarrollaba el pueblo, que llegó hasta el pie del peñasco en el siglo XIV. En 1204, los bretones incendiaron el Monte Saint-Michel y el rey Felipe II Augusto se encargó de la reconstrucción de la abadía, concluyendo la reforma en estilo normando alrededor del 1228. Un siglo después, durante la guerra de los Cien Años, se convirtió en un ejemplo de arquitectura militar y sus murallas y fortificaciones resistieron todos los ataques ingleses.
En 1791, los últimos benedictinos dejan la abadía a consecuencia de la Revolución francesa. Se hace entonces una prisión donde son encarcelados, desde 1793, más de trescientos sacerdotes. La cárcel fue cerrada en 1863 en respuesta a un decreto imperial de Napoleón III.
Hay que avanzar hasta 1874 para encontrar su denominación como monumento histórico, siendo objeto de grandes restauraciones.
Desde 1979, el Mont-Saint-Michel forma parte de la lista del patrimonio mundial de la UNESCO y, en la actualidad, es uno de los monumentos más visitados de Francia y, por ende, del mundo con más de 3,5 millones de visitantes al año.
Un día en el Mont-Saint-Michel.
Se acercaba el mediodía y conducíamos, tranquilamente, por la carretera secundaria que lleva al Saint-Michel cuando se produjo un sobresalto en el coche: “Monte a la vista”. Mi copiloto, José, había visto la abadía a más de 6 kilómetros de distancia. No me lo creía, pero era cierto, allí estaba luciendo la maravilla. El monte se iba mostrando cada vez más cerca, con un lienzo celeste de fondo llamado cielo despejado.
Nos instalamos rápidamente en el hotel y nos dirigimos caminando hacia el monte. Apenas 1,5 kilómetros nos separaban de Saint-Michel, que ya se veía, imponente y majestuoso al final del nuevo puente de acceso.
Saint-Michel da para escribir una vida.
Mont-Saint-Michel te genera un sentimiento de atracción imparable, no puedes dejar de mirarlo y, menos aún, de fotografiarlo. Si ya encuentras un día espléndido entonces las horas vuelan. Cada mirada es un guiño hacia el monte. Si, por el contrario, lo encuentras con niebla, cada minuto que pasa es una pequeña decepción por no poder contemplarlo.
Entramos por el arco de piedra y recorrimos durante un par de horas sus calles medievales, donde se ha mantenido, con bastante acierto, la estética antigua. Actualmente, el pueblo consta de una amplia oferta de comercios, alojamientos y restaurantes, que le dan un poco un aire de feria, pero al visitarlo en Diciembre se podía caminar con calma y sin apenas ruido. Tan sólo los constantes grupos de japoneses nos interfieren el paseo.
Al menos, una vez, es recomendable llegar caminando al Mont-Saint-Michel.
Subimos por sus murallas, contemplando la abadía desde diferentes ángulos, llegando hasta la iglesia de San Pedro. Tras decidir visitar la abadía al día siguiente, nos dedicamos a contemplar las vistas y el mar desde el monte. Es desde ahí donde se entiende la relevancia de las mareas y la opción de tener Saint-Michel completamente aislado de tierra firme. Una auténtica fortaleza presidida por el arcángel San Miguel, escultura realizada por Emmanuel Frémiet en 1897 y restaurada en 1987.
Descendemos por la parte opuesta llegando hasta la torre de San Gabriel y una zona que llega hasta el mar donde una pareja se olvida del frío, se dejan llevar por el momento y meten los pies en el agua. Salimos del monte, pero no nos vamos, sino que lo contemplamos desde el lateral, donde una barca, perfectamente colocada y absorbida por la marea alta, hace de improvisado escenario para nuevas fotos. Suerte tener marea baja y poder disfrutar de esa zona con calma. Las parejas pasean por la arena, nosotros nos emocionamos por el lugar, llegan algunos invitados para una boda, incluso alguna chica pierde su vista y pensamientos por el horizonte. Saint-Michel da para escribir una vida.
Atardecer y anochecer en el Mont-Saint-Michel.
Si la hora azul siempre es especial, no iba a ser menos en Saint-Michel. Tonos azulados en contraste con una iluminación perfecta, donde la abadía toma el control de tu mirada. Luce imponente en el centro del monte y las luces navideñas, situadas estratégicamente en la muralla, hacen de mero acompañante.
Conforme llega la noche cerrada parece que Saint-Michel tiene un halo de luz especial.
Volvemos a entrar y nos dejamos perder, sin rumbo, por sus empedradas calles. La iluminación es escasa, pero adecuada. Incluso, por momentos, parece trasladarte varios siglos atrás y donde esperas encontrar un candil para que guíe tus pasos. Apenas hay personas caminando y algunos comercios comienzan a cerrar, el monte empieza a pensar en irse a dormir y nosotros decidimos hacer lo propio tras una larga jornada.
Quisimos marchar sin echar la vista atrás, pero de nuevo la atracción de Saint-Michel te lo impide, no puedes dejar de mirarlo. Lo ideal sería ir caminando hacia atrás, para dejarlo perder por tu vista. Es como una despedida triste de alguien que sabes que no volverás a ver en mucho tiempo.
La niebla en Saint-Michel
A la mañana siguiente llegaba el momento de volver a la maravilla, pero una densa niebla, visible desde la ventana, no auguraba un gran día. Y así fue. El Mont-Saint-Michel estaba escondido entre la densa bruma. No era apreciable ni a escasos metros, es más el arcángel San Miguel permaneció oculto todo el día.
Nos encaminamos por sus calles de piedra en dirección a la abadía, realizamos su interesante visita durante un par de horas y decidimos que era momento de abandonar el monte, no con el triste recuerdo de no verlo para despedirnos, sino con el recuerdo feliz de haberlo visto espléndido el día anterior.
Hasta aquí nuestra visita al Mont-Saint-Michel, un sitio fascinante y único, con una historia apasionante por conocer, de esos lugares para ver una vez en la vida y donde espero vosotros podáis escribir la vuestra.
Datos de interés para visitar el Mont-Saint-Michel
Localización
- El Mont-Saint-Michel está situado en Normandía, en el noroeste de Francia.
- En coche: 1 hora de Rennes, 2 horas de Nantes y 4 horas de París.
- Los aparcamientos están situados a 2,5 kilómetros del monte, aunque para los que se alojen en el monte o en la zona hotelera, se puede aparcar en el interior (zona controlada por barreras).
- Se dispone de transporte gratuito, que funciona hasta las 0:00, hasta la entrada de Saint-Michel
En la visita al Mont-Saint-Michel hay 3 factores claves a considerar: el clima, las horas de Sol y las mareas. Al tener una localización excepcional, las opciones de nieblas, lluvias o simple bruma, son amplias, por lo que recomiendo pasar una noche bien en el monte, en la zona hotelera previa o en los alrededores. De esta forma, tendremos dos opciones de visita y podemos ver el atardecer i/o amanecer y las mareas con calma.
- Se puede consultar la previsión de mareas en este enlace.
- Para más información, se puede consultar la web de turismo de Normandía.
Alojamiento y gastronomía.
- En nuestro caso, nos alojamos en el Hotel Gabriel, por 105€ la habitación triple, con desayuno incluido. El parking son 4€ y la parada del bus (gratuito) que te lleva al monte está enfrente. Caminando son 25 minutos desde el hotel hasta la entrada del monte.
- Para comer o cenar, podemos hacerlo bien en el monte, con precios más elevados y mejor localización, o en la zona de alojamientos. Por las buenas críticas y la situación elegimos el restaurante “Le Relais du Roy”, que por 20€ ofrece un menú de 2 platos y postre, con buena presentación, pero que no pasará la historia.