Se suele buscar la alegría, la emoción, recuperar sensaciones que se le llama a veces, pero tras 3 semanas en Vietnam, necesitaba recuperar otra cosa y no sólo en mí, sino en las personas que me rodeaban a diario. Necesitaba volver a ver la sonrisa en la gente, la humildad, la sencillez, la tranquilidad y eso fue posible tras dos larguísimas jornadas entre Vietnam y Laos. Ésta es la emocionante historia de cómo empezó mi pasión por Laos al encontrar sus sonrisas.
Llegada a Dien Bien Phu.
Situado en la parte noroeste de Vietnam, es una pequeña ciudad que sirve de campo base a todos aquellos que quieren pasar a Laos por vía terrestre desde Sapa o Hanoi. La información para llegar hasta aquí y poder pasar a Laos en bus la había obtenido del excelente post de Aniko Villalba, sobre su paso por esta ruta, en lo que ella llamó «La ruta del cielo«, un nombre muy acertado, por lo impresionante del paisaje y por el riesgo de acabar en él…
Pues bien, tenía que llegar a Dien Bien Phu desde Sapa, siendo la única opción un bus «público» que salía todas las mañanas sobre las 7-8 am. Intenté comprarlo de forma independiente de mil formas, no me quedó lugar, persona o agencia qué preguntar para recabar información, pero casi todas estaban de acuerdo en el horario y el precio. Al preguntar en la estación, el silencio o el desconocimiento eran las respuestas más comunes. así que no quedó otra que negociar y pagar a una agencia.
El trayecto fue divertido, si podemos llamarlo a ir en una furgoneta de 9 personas unas 12, todos bien juntos, para que en caso de vuelque no tuviéramos problema. Las áreas de servicio donde paramos eran cómodos arcenes a pie de curva y los sitios donde comimos eran de una única opción… arroz con algo, aún así comí bastante bien, arroz con… no tengo ni idea, pero recuedo que estaba bueno y que era la atracción de todos los locales, ya que era el único extranjero de la furgo. Eso sí, el paisaje que atravesamos fue bien bonito.
Al fin, tras 7 largas horas, llegamos a Dien Bien Phu. Lo primero fue, siguiendo los consejos de Aniko, comprar el billete para Laos, el destino era Muang Khua, el primer «pueblo» del país.
La hora de salida bien buena, las 5:00 am. El precio algo mejor unos 115.000 VND, precio oficial indicado en una señal junto a las taquillas.
Así que ahora tocaba negociar el alojamiento, si bien hay muchas opciones a pocos metros de la estación, había que valorar casi todas. Finalmente encontré por 4-5€ un cuarto con baño privado, suficiente para una noche.
Es de los lugares para dormir que uno se permite porque va solo, al ir acompañado hubiera sido imposible quedarse allí…
Dien Bien Phu no tiene nada reseñable, así que caminé un poco, fui a aprovisionarme al supermercado para otra larga jornada, algo de cena y a dormir pronto, que tocaba larga jornada al día siguiente.
De Vietnam a Laos por cómicas fronteras.
Era noche cerrada, 4:45 am., cuando dejé con cara de sueño mi alojamiento para cruzar la calle y buscar el autobús para ir a Laos. Llamarlo autobús de nuevo es ser muy ambicioso, aquello era un micro bus que se fue llenando de personas y mercancias conforme pasaban los minutos.
En esta ocasión no era el único extranjero, el grupo de foráneos lo componíamos 2 parejas francesas, una pareja inglesa, un japonés y un español, el que escribe estas líneas.
Como suele pasar en esos casos, todos nos hicimos amigos rápidamente y las gestiones o preguntas las realizábamos en conjunto.
Como decía el bus no sólo se lleno de locales que iban a pasar la frontera, sino que iba más lleno de cosas que de personas, evidentemente espacio para las maletas/mochilas no había, bastante con que tenía un sitio para sentarme, pero con la mochila encima todo el trayecto. A cambio el paisaje nos regalaba bonitas escenas entre curvas, nubes y algunos rayos de Sol.
Con las primeras luces del día llegamos a la frontera de Vietnam. Lo que en cualquier otro sitio sería un sencillo trámite, para variar aquí se convirtió en un tedio de casi una hora para apenas 15 personas. Una sola persona atendidendo con una simpatía desbordante para rellenar un impreso y poner un sello. Pasamos caminando la frontera y el autobús nos recogió, al fin había salido de Vietnam.
Era el momento de continuar hacia Laos y encaminarnos a su frontera, de la cual tenía referencias divertidas, pero no imaginé cuánto…
Llegamos al paso fronterizo de Laos y rellenamos el impreso de entrada, hasta aquí todo normal. Eso sí, pagarás en función de tu nacionalidad, hay una bonita lista con países y diferentes precios; si tu país no sale en la lista (por ejemplo, Francia) entonces pagas, pero menos, el mínimo, unos 30 U$. En mi caso, España, si que salía: 36 U$.
Es recomendable llevar al menos 50$ e incluso tener algunos kips, monedas de Laos, para imprevistos. Incluso en una de las ventanillas me pude deshacer de los últimos dongs vietnamitas.
Ahora llegaba la diversión, hay 4 ventanillas, cada una para una tarea y con un precio. Al parecer en el sudeste asiático es común, pero era mi primera vez y fue curioso, muy curioso. El pasaporte con el impreso lo entregas en la primera, pagas 36$ + 1$ de gestión (2$ en fin de semana). La segunda es la de tasas, pagas 1$ (2$ en fin de semana). La tercera es la que te estampa el sello, pagas otros 2$. Ya con el sello de entrada parece que has terminado, pero te queda el señor de la «fiebre amarilla», el «ébola» o lo que se le quiera ocurrir, la cuestión está en cobrarte 0,30€ por tomarte la temperatura y poder entrar el país.
Tomarte la temperatura en realidad es un timo y, creo, puedes negarte a hacerlo, pero lo divertido es que la temperatura de todos siempre era la misma: 35,9 grados.
Tras la frontera, llegó el momento de la parada para almorzar. Se puede decir que paramos en mitad de la nada, apenas 20 casas y dos sitios para comer; sin embargo, mi sorpresa vino al caminar un poco y encontrar un cajero automático y un colegio. Ver para creer.
En busca de la sonrisa perdida.
90 minutos después llegábamos a Muang Khua y, como era previsible, los únicos que bajamos fuimos los europeos (ni idea de qué fue del japonés). La idea de todos era tomar una barca para descender el río y llegar hasta Muang Ngoi Neua, una coqueta aldea/pueblo donde establecer nuestro campo base en Laos por unos días.
Muang Khua está «creciendo» y ya dispone de 2 cajeros automáticos, por lo que es fácil obtener kips; la otra opción es cambiar moneda extranjera, para lo cual también hay un banco.
Lo primero fue buscar información para tomar la barca en ese mismo momento, eran las 12:30, e intentar hacer noche en Muang Ngoi Neua. Teníamos algo de información de guías, pero eran contradictorias con las opciones y horarios. Lo mejor sería ir al embarcadero directamente a preguntar. Y el resultado obtenido fue que sólo hay un transporte «público» al día y sale a las 9:00 am. Precio: 100.000 kips (unos 10€). Había otra opción que era contratar una barca privada entre todos, pero el precio era muy superior y tampoco teníamos ninguna prisa. Bienvenidos al Slow Travel.
Comenzamos a buscar alojamiento para esa noche en Muang Khua y, finalmente, nos quedamos todos en el mismo sitio: un humilde hostal con baño compartido sin wifi, pero ni falta que hacía. Habíamos llegado a Laos y ya se sentía que el ritmo era otro. Otras necesidades, otras costumbres.
Esa tarde-noche la pasé con los que serían mis compañeros de viaje en Laos, Gareth y Amy, dos ingleses extraordinarios como viajeros, mejores aún como personas. Aprendí mucho de ellos en todos esos días, sobre todo me dieron muchas clases de turismo responsable. La escuela de la vida en toda su esencia.
La sonrisa volvió a aparecer.
Comimos, paseamos por la ribera del río, nos dejamos perder por el sencillo pueblo y comenzamos a percibir que algo estaba cambiando, aunque a primera vista no parecíamos darnos cuenta, pero tan sólo había que mirar bien. Estaba apareciendo, revoloteando por el ambiente. Se veía en los niños, pero también en los adultos, no sólo a pie de calle, sino en los restaurantes o puestos de fruta. La sonrisa había vuelto y, lo mejor, que lo había hecho para quedarse.
Al día siguiente, tomamos la barca hacia Muang Ngoi Neua, donde estuvimos 3 días aislados del mundo, en nuestro primer contacto serio con Laos. Y donde no dejábamos de percibir lo mismo: simpatía, alegría y honestidad. Definitivamente algo había cambiado y recuerdo esa felicidad al pasear por sus calles sin ruidos, ni gritos, sin gente que te engañe. Había olvidado pronto Vietnam, estaba con una sonrisa, estaba en Laos.
Que interesante tu diario de viaje! Pondría más fotos.