Se convirtió en una obsesión primero y en un reto después. Recorrer China durante 26 días sin tomar ningún avión ni contratar una excursión organizada, tan sólo moviéndome en transporte público: tren y bus (con todas sus variantes). Más de 3500 kilómetros sin prisas, a veces con más comodidad, otras al estilo asiático más auténtico. Una experiencia que me hizo volver a sentir viajero tras días de más comodidad viajando por Malasia.
Lo primero es reseñar que el recorrido lo inicié y terminé en Hong Kong, parte de China, pero con un régimen administrativo especial, que le hace poseer su propio visado (90 días para españoles) y donde no aplica el tedioso visado chino.
En cuanto a los trenes, se pueden comprar directamente en taquilla o bien por anticipado en alguna de las webs que lo ofrecen, por un recargo entre el 5-15% del precio en taquilla. Recomendable comprarlo con anticipación para los trayectos más demandados, sobre todo si son nocturnos, por ejemplo Chengdu-Xian y en taquilla para los más sencillos (Pingyao-Pekín) o si vamos sin prisa alguna.
Para los buses no tendremos problema y lo podremos comprar directamente en taquilla o en el propio bus.
Es recomendable llevar siempre escrito en chino el nombre del lugar donde queremos ir, ya que en muchos de los sitios no hablarán inglés. Además nos permitirá comprobar, con el billete o con el letrero del tren/bus, que el sitio dónde vamos es el correcto.
Tras la introducción, os presento mi itinerario en China, con algunas pinceladas de los lugares y el transporte usado para llegar a cada uno de los puntos del recorrido.
Día 1: Hong Kong – Shenzhen – Guilin.
Mi primera noche en China fue en la coqueta ciudad de Guilin, pero el día comenzó casi 14 horas antes desde Hong Kong.
La ruta hasta Guilin fue la siguiente:
- Metro de Hong Kong desde East Tsim Sha Tsui hasta Lo Wu.
- Paso fronterizo a China, donde necesitas el visado chino en regla obtenido previamente (en tu país origen o en Hong Kong).
- Metro de Shenzhen desde Luo Hu hasta la estación de tren norte de Shenzhen.
- Tren desde Shenzhen hasta Guilin.
- Bus desde la estación norte de Guilin al centro de la ciudad.
Tras llegar a mi hostal, decidí caminar un par de horas por el centro de Guilin. Al buscar algo de cenar y ver iluminadas las pagodas del Sol y la Luna, sentí que había llegado a China y todo el esfuerzo había merecido la pena.
Día 2: Guilin.
Estuve todo el día recorriendo la ciudad a pie, me dejé perder entre sus parques, caminé por su zona comercial, descansé en el césped de su lago y contemplé a la luz diurna las pagodas del Sol y la Luna. Para el atardecer caminé hasta la colina de Diecai, donde se tienen unas de los mejores vistas de la ciudad y su entorno.
Día 3: Guilin – Yangshuo.
A primera hora de la mañana, tomé un bus desde la estación de buses de Guilin para ir hasta Yangshuo. Son apenas 90 minutos de trayecto por una carretera secundaria que me mostró las primeras formas de conducir de los chinos.
Pasé toda la tarde caminando por Yangshuo hasta llegar a la colina de la luna, donde se aprecian todas las formaciones kársticas de la zona. Por la noche, fui con mi compañero de habitación hasta la calle más comercial de la ciudad, West Street, para cenar y charlar durante un buen rato.
Día 4: Yangshuo.
Mi objetivo del día era dar un paseo en barca por el río Li, para lo cual tomé un bus hasta Xingping, que salen desde la estación sur de Yangshuo. Apenas 30 minutos de trayecto hasta llegar al punto estrella del río Li, porque es aquí donde está la famosa escena que sale en los billetes de 20 yuanes; sin embargo, el mejor lugar está poco frecuentado, se trata de la Colina de Lao Zhai, desde donde se observan las mejores vistas de la zona.
Estuve más de 20 minutos sólo en la cima de la colina de Lao Zhai y me sentí emocionado por la escena, por el día que hacía y por estar en solitario en China en un sitio tan fantástico, pensaba que eso no sería posible.
Intenté sin éxito negociar un buen precio para dar el paseo por el río, pero ser mediodía y viajar solo jugó en mi contra, así que regresé a Yangshuo y caminé un poco más por la ciudad.
Día 5: Yangshuo – Guilin – Dazhai.
Fue recién levantado cuando decidí irme hasta Dazhai a contemplar las famosas terrazas de arroz del espinazo del dragón. La decisión no pudo ser mejor, porque este trayecto fue una de las mejores aventuras del viaje.
En temporada alta, hay un bus directo desde Yangshuo hasta Dazhai, pero estuve en temporada media y tuve que coger 4 buses para llegar.
La ruta fue la siguiente:
- Bus de Yangshuo a Guilin.
- Bus de línea en Guilin para cambiar de la estación de buses principal hasta la estación de Qintan.
- Bus de Guilin hasta Longsheng, en concreto hasta un cruce donde tienes que cambiar de bus hasta Dazhai.
- Bus desde el cruce hasta Dazhai, donde viajé enlatado entre decenas de campesinos chinos durante más de 1 hora. Fue divertido, incómodo y agobiante a partes iguales.
- Caminata desde Dazhai hasta el alojamiento situado en la cima de una de las terrazas de arroz.
La recompensa final fue una zona rural, tranquila, encantadora y unas preciosas vistas desde mi hostal a las terrazas de arroz.
Día 6: Dazhai – Guilin.
Volver a Guilin me resultó más fácil, porque encontré un transporte con una familia china hasta la ciudad. Cómo llegué a viajar con ellos y asegurarme a dónde iba, todavía son preguntas que no sé responder, pero llegué rápido y cómodo. Descansé por la tarde en Guilin y estuve por la noche cenando, entre sus múltiples puestos de comida callejera, y paseando por el centro.
Día 7: Guilin – Changsha – Zhangjiajie.
Otra jornada de las largas en China llegó con la combinación de tren desde Guilin hasta Changsha y un interminable bus de Changsha hasta Zhangjiajie. El tren fue rápido y cómodo, como casi todos en China; sin embargo, el bus hasta Zhangjiajie, resultó ser una larga tortura que empezó a las 15:00 y concluyó al filo de las 23:30. El momento culmen llegó sobre las 20:00 cuando el bus se averió y nos dejó parados más de 2 horas en un área de servicio en algún punto de China central que todavía no sé dónde es… finalmente, lo arreglaron y pude llegar al alojamiento y cenar sobre las 0:30. Un día inolvidable.
Día 8: Zhangjiajie – Wulingyuan – P.N. Zhangjiajie.
Llegaba el momento de poner rumbo a uno de los sitios estrellas del viaje: el Parque Nacional de Zhangjiajie, la inspiración de paisajes de la película Avatar. Tomé un bus de línea bien temprano hasta la estación de buses de la ciudad y desde ahí un mini bus hasta Wulingyuan, donde se situaba mi hostal y una de las entradas del parque.
Tras instalarme, caminando a 20 minutos de la estación, puse rumbo al parque bajo un fina lluvia que se convirtió en intensa conforme avanzaba la jornada, pero ni la lluvia, ni el viento, ni los cientos de chinos que peregrinaban al parque, me impidieron disfrutar de una gran jornada en el parque de Zhangjiajie.
Día 9: Parque Nacional de Zhangjiajie.
Más de 8 horas de jornada caminando entre paisajes de Avatar me hicieron olvidar lo difícil que fue llegar hasta Zhangjiajie dos días antes. Las escenas que pude contemplar desde lo alto del parque todavía me emocionan al recordarlas y eso que la lluvia y la niebla no me abandonaron durante toda la jornada, pero ver algo único conlleva un esfuerzo.
Día 10: Wulingyuan – Changsha.
Jornada de transición en bus desde Wulingyuan hasta Changsha, para lo cual tuve que ir en mini bus de Wulingyuan a Zhangjiajie y de ahí en otro bus a Changsha. Nada destacable en esta última ciudad, estuve paseando, cené y descansé ante la larga jornada que me esperaría al día siguiente.
Día 11: Changsha – Chengdu.
Mi primer tren nocturno en China saldría a las 16:18 y tras 17 horas me llevaría a la ciudad de Chengdú. La estancia en el tren fue tranquila y bastante cómoda en mi litera superior, pudiendo dormir unas 6-7 horas plácidamente.
Días 12-13: Chengdú.
Una de las grandes ciudades de China, con enormes avenidas, un intenso tráfico, centros comerciales interminables, una peculiar gastronomía, cientos de líneas de autobuses y gente, mucha gente por la calle.
Chengdú es difícil de abarcar a pie, pero con la ayuda del metro y el bus, te permitirá descubrirla poco a poco; pero el motivo principal de venir hasta aquí no fue otro que visitar su centro de conservación de Pandas.
Y bien que merece la pena, ver a los Pandas a apenas un metro de distancia es una experiencia única. Invertí toda una mañana y parte de la tarde en la visita. Otro lugar destacado para visitar desde Chengdú es el buda de Leshan, que puedes hacer por tu cuenta (enlazando varios buses) o en excursión organizada.
Día 14: Chengdú – Xian.
El segundo tren nocturno fue desde Chengdú hasta Xian, otras 17 horas de tren, con la diferencia de cogerlo mucho más tarde, 21:14 y llegar más allá del mediodía a Xian. En esta ocasión, compartí literas con una simpática familia china que también viajaban al mismo destino.
Una vez en la estación de trenes de Xian, tomé un bus de línea hasta el hostal, donde descansé tras la larga jornada de tren y luego caminé por la ciudad, disfrutando del intenso mercado nocturno en el barrio musulmán.
Días 15-16-17: Xian.
Decir Xian, es pensar en el ejército de guerreros y caballos de Terracota. Le llaman la octava maravilla del mundo, no sé si es para recibir este honor, pero sí que reconozco que ha sido de los lugares que más me han impresionado y sobrecogido en toda mi vuelta al mundo.
Aquí puedes leer cómo fue nuestra visita: Un día con el ejército de terracota de Xian.
Además de hacer la excursión, en bus público, para ver el ejército, invertí un par de días en recorrer la ciudad y descubrir sus museos, templos, pagodas o pasear por las pequeñas callejuelas del barrio musulmán al anochecer para probar todas las delicias de su mercado de comida.
Día 18: Xian – Pingyao.
El recorrido de Xian hasta la antigua ciudad imperial de Pingyao lo realicé en tren, aunque también está la opción de hacerlo en bus. Lo peor de ir en tren es que la nueva estación de Pingyao la han situado a las afueras de la ciudad, por lo que al salir te sentirás aislado de todo y parece que sólo hay taxis, pero hay un bus público que te lleva al centro cada 20 minutos.
Estuve toda la tarde paseando entre las calles empedradas de Pingyao, por los alrededores de su muralla y me dejé perder entre sus callejuelas al encenderse sus farolitos.
Día 19: Pingyao.
El encanto de la noche de Pingyao se olvida al aparecer los primeros rayos de Sol, todos los comerciantes están a la búsqueda del turista y caminar entre sus calles comienza a complicarse, por parecerse a una feria más que a una ciudad con aire imperial. Mi recomendación es pasear a primera hora, descansar y refugiarse en las horas centrales y volver a salir conforme esté cerca la caída del Sol.
Día 20: Pingyao – Pekín.
El último de los trenes me llevó desde Pingyao hasta la capital del país, Pekín. Allí llegué sobre las 18:00 de un viernes y todavía recuerdo la locura que supuso salir de la estación y entrar al metro. Cientos, miles de chinos como locos por volver a su casa, pero despacito y con buena letra llegué hasta mi hostal cerca de la ciudad prohibida. Ahí establecí mi casa durante una semana.
Días 21 a 26: Pekín.
Vivir una semana en Pekín dio para mucho, me sentí involucrado en la vida de mi barrio, conocí casi todos los comercios pequeños de la zona y me movía como si fuera una pequeña zona de Málaga, a diferencia de la gran metrópoli china.
Visité la ciudad prohibida, me sorprendí en el palacio de verano, pasee por sus parques, disfruté de sus atardeceres, me dejé perder entre sus callejuelas (hutongs), regatee en sus mercados, visité el templo del cielo lleno de parejas de moda, disfruté de su gastronomía, me asombré de su villa olímpica y, como no, visité su maravilla del mundo, la Gran Muralla.
Fui muy feliz en mis últimos días en China y, a diferencia de otros viajeros, me hubiera gustado quedarme más tiempo en el país, porque me emocionó, me sorprendió, me gustó, me hizo aprender, me hizo reflexionar, me hizo mejor y me hizo entender muchas más cosas de los chinos. Sin embargo, hay que saber que China te exige, te presiona, a veces te desespera, pero es parte de la esencia de un gigante que dice ir de comunista, pero es el más capitalista de todos los países asiáticos.
Hay que ser muy atrevido y valiente para realizar este tipo de viaje la verdad, por no decir que algo loco para muchas personas las cuales somos «mas rutinarios». Bonita experiencia, esperamos impacientes mas artículos de este increíble país que seguro ha dado para mucho.
Me ha encantando, aunque sea en pocas lineas, percibir tus sensaciones; aunque si es verdad, que me gustaría saber mas sobre estas! Sobre todo en puntos concretos del viaje que esperabas que llegasen y de esos puntos que no esperabas pero que te dejaron incluso mejor sabor de boca. (Desde el cariño, mi inciso)
Me ha gustado mucho el articulo! Esperamos mas!
Igortzi, gracias por tus palabras, sé que este es uno de tus destinos soñados 🙂 así que trataré de escribir la máxima cantidad de artículos contando historias, momentos, anécdotas, curiosidades…
Como indico, China te exige, te aprieta y hay que estar preparado, pero también es un viaje para disfrutar, emocionarse y vivir cosas únicas. Luego, será cuestión de gustos, en mi caso volvería mañana mismo. Una experiencia viajera única.
Un abrazo!