Amanecer en los géiseres del Tatio

Suena tu despertador a las 3:45 am. Tienes que prepararte para comenzar tu jornada de trabajo, pero la afrontas con ganas y energía, se espera algo grande. Estamos en San Pedro de Atacama (Chile), dispuestos a contemplar uno de los mejores espectaculos de la naturaleza: un campo de géiseres. Y no uno cualquiera, sino el mayor de toda Sudamérica.

Puntual el autobús nos recoge a las 4:30 am, se denotan caras de sueño y cansancio, pero todos mostramos una leve sonrisita al pensar en el destino. La noche es cerrada y sólo algunas estrellas rompen la monotonía de la oscuridad. El frío es notable, casi 0 grados. El trayecto es de algo más de 1 hora, así que intentamos dormir un poco. 

Alrededor de las 6:30 am surgen los primeros signos de luz y se observa el trazado complicado, sinuoso y de tierra que nos conduce hasta los géiseres. Unos minutos después comenzamos a apreciar enormes columnas de humo, en realidad es vapor de agua. Hemos llegado a nuestra oficina de trabajo para la mañana de hoy. Son los géiseres del Tatio, el mayor campo geotérmico de Sudamérica, situados a 4200 msnm, casi nada.

Géiseres del Taatio en todo su esplendor

Géiseres del Tatio en todo su esplendor

Bajamos del bus y parece que hemos llegado a otro planeta, qué espectáculo de lugar y qué frío, se estiman unos -7 grados, pero es más una sensación mental. A los pocos segundos de estar allí, olvidas eso, incluso no recuerdas haberte levantado a las 3:45. Recuerdo ver las caras de felicidad, incredulidad y frío de todos los que estábamos allí.

Amanecer y desayuno en los géiseres del Tatio

Los primeros rayos de sol comienzan a brillar y las altas columnas de vapor de agua se aprecían mejor. El olor a azufre se hace notar, así como las altas temperaturas junto a su salida. Hay géiseres de todos los tipos, grandes, pequeños, extinguidos, algunos sincronizados cada 30 segundos. Mires hacia donde mires, la escena es grandiosa, hasta que llegas al gran géiser, ahí te quedas hipnotizado hasta que alguien te despierta diciéndote que es real, que hagas fotos para guardar aquello.

Detalle de un géiser

Detalle de un géiser

El equipo 21W en el gran géiser

El equipo 21W en el gran géiser

Y se anuncia el desayuno, que provoca otra de las sorpresas de la jornada, ya que tanto el chocolate como los huevos se están calentando en uno de los géiseres pequeños, por lo que comimos huevos cocidos al géiser, deliciosos por otra parte dentro del bocadillo de queso que nos ofrecían. Un buen té caliente y algunas galletas, el complemento perfecto para continuar la mañana con fuerzas renovadas.

Desayuno de géiser

Desayuno de géiser

Nos dirigimos ahora al otro extremo del campo geotérmico donde se sitúan las termas, dicen que a unos 20 grados, aquello hay que probarlo para creerlo, porque con los -7 grados del exterior es una actividad sólo apta para valientes. Y nosotros lo somos, así que allá fuimos, la sensación al bañarte en el lugar y ese entorno es impresionante, sólo comparable al terrible frío que sientes al salir, pero nadie dijo que fuese sencillo nuestro trabajo de hoy.

Amanecer en los géiseres del Tatio

Amanecer en los géiseres del Tatio

Completamos la jornada matinal contemplando fauna del lugar, un bofedal (un humedal a más de 3000 msnm) y visitando un pequeño pueblo donde reponemos fuerzas con unas empanadas y una deliciosa brocheta de llama.

Brocheta de llama

Brocheta de llama

El valle de la muerte, la cordillera de la sal y el valle de la Luna

Tras un completo almuerzo, es hora de afrontar la jornada de tarde y nada mejor que girar 180 grados, cambiamos las alturas y los géiseres, por visitas al valle de la muerte la cordillera de la sal y el valle de la luna, donde contemplamos el atardecer desde una inmensa duna.

La primera parada es en el seco y árido valle de la muerte, que toma nombre debido a cruentas batallas que se dieron en la zona, no por la creencia popular de no tener vida en su interior. El paisaje impresiona y el sol de justicia te hace recordar una zona del lejano oeste américano, pero es una zona del desierto de Atacama, uno de los lugares más secos del mundo y donde los efectos caprichosos del clima han hecho una fuerte aparición en este lugar.

Valle de la muerte

Valle de la muerte

Hacemos una breve parada en un mirador de la cordillera de la sal, que toma el nombre por la predominancia de este elemento en toda su extensión. La cordillera camina durante muchos kilómetros de forma paralela a la cordillera de los Andes, donde se sitúan todos los volcanes que rodean la zona. Se estima unos 80 volcanes en todo el desierto de Atacama.

Cordillera de la Sal

Cordillera de la Sal

Contemplando el valle de la luna

Contemplando el valle de la luna

Y terminamos la jornada de trabajo en el valle de la Luna, uno de los lugares más auténticos que he visto nunca. En esta ocasión, el nombre si que le hace justicia y lo recibe por su claro parecido a la superficie lunar, sobre todo cuando comienza a caer el Sol y se perciben diferentes tonalidades y sombras a lo largo de todo el valle.

Panorámica del valle de la Luna

Panorámica del valle de la Luna

Recorrimos el valle durante una hora hasta que se acercó la hora del atardecer.

El mejor punto para ver todo el valle y la cordillera de los Andes es la gran duna, a la cual se sube por un fácil camino terroso en su lateral, no por la arena.

Desde la gran duna se puede sentir la inmensidad del valle, sus vientos, la caída del sol, ver increibles tonalidades, contemplar volcanes en los Andes y disfrutar del silencio de un lugar que parece sacado de otro planeta, de un lugar diferente a un desierto.

Volcanes en la cordillera de los Andes

Volcanes en la cordillera de los Andes

Y bajo un reluciente manto de estrellas terminamos nuestra jornada laboral, con unas algunos sintomas de cansancio, pero con una felicidad que hace olvidar todo lo demás. Amanecimos y desayunamos en un campo de géiseres, paseamos por la muerte entre montañas de sal y vimos el atardecer en la Luna, no se puede pedir más para un día. Me encanta mi trabajo.

Saltando en los géiseres del Tatio

Saltando en los géiseres del Tatio